5/25/2006

RESEÑA - Pirómides


Terry Pratchett (1948) es uno de los escritores puntales del genero con su saga del Mundodisco, la cual, desde el primer libro publicado, El color de la magia(1983) ha sido una muestra constante de una creatividad prolífica, un sentido del humor galvanizado y a prueba de balas y una arremetida constante contra las diversas culturas e íconos de todo tipo, desde los clásicos hasta las tropelías más postmodernas.

El presente libro, escrito en 1989 es una emprendida contra varios aspectos aparentemente inamovibles de la cultura: la percepción que usualmente tenemos de las culturas y religiones antiguas.

El protagonista de la historia es Teppic, mejor conocido como Tepiccamon XXVII (¿o XXIV?) quien como hijo del faraón del pequeño país de Djelibeibi (literalmente "bebe de Djel") es enviado a tener la única educación relativamente decente que se puede hallar en un mundo tan transtornado como el Mundodisco, y va a la escuela de los asesinos en la Celebérrima ciudad de Ankh-Morpork.

La historia se inicia cuando el mencionado Teppic está en medio de su evaluación final, tras siete años de duros, sangrientos y curiosos entrenamientos, le es encargada su misión de rito de paso: matar a alguien, lo cual consigue trás más de un gag y con demasiada suerte.

Sin embargo, no hay tiempo para celebrar, ya que recibe noticia que su padre, el Faraón ha fallecido, llevado por la muerte -quien para variar habla en MAYÚSCULAS- y debe regresar para hacerse cargo del gobierno.

Así, mientras el nuevo faraón se prepara para llegar a su país y desplegar su plan de reformas, escenas de su preparación anterior y sus amigos de la escuela nos son mostradas, así, aprendemos de las múltiples religiones del mundodisco y en especial en la religión de Djelibeibi, llena de íconos egipcios, pero donde el supremo sacerdote, quien parece ser el mismo de todos los faraones, se llama Dios.

De inmediato sus planes de reforma se ven obstruidos por el sacerdote, quien se niega a reconocer las acciones del faraón, al punto que Teppic se ve oligado a retomar su traje de asesino y funcionar como una mezcla de ninja y Robin Hood, al punto que se ve obligado a huir de su reino bajo pena de muerte impuesta -como no- por el sacerdote supremo.

No va solo en el camino, se unen a él Ptraci, la voluptuosa y algo torpe bailarina favorita de su padre, quien no está muy a gusto con la idea de ser enterrada como ofrenda para la otra vida, considerando lo que valora esta, quien además posee el extraño poder de parecer más desnuda con su atavío de bailarina y sus joyas (un constante bling-bling) que con sólo la piel y Maldito bastardo, el único camello de Djelibeibi y, curiosamente, el matemático más genial del Mundodisco.

A esto hay que sumarle la obsesión de Dios por las Pirámides, que son la parte más destacable de este país y que tienen el extraño poder de hacer que el tiempo se retrase.

Toda esta plácidez desértica se vería inalterada de no ser porque, por idea del mismo Teppic, el arquitecto real Ptaclusp es encargado de crear una pirámide cuatro veces más grande que la de su antecesor, con lo cual los efectos sobre la realidad no se hacen esperar.

Sumemosle a esto dos patéticas réplicas de Atenas y Esparta peleando entre sí y al extraño padre de Teppic peleando por cambiar su suerte a pesar de haber pasado a "mejor vida" y múltipliquese por varios órdenes de magnitud y tenemos una novela deliciosa, de un humor corrosivo como el ácido, pero de igual modo imperdible.

Provecho.

Technorati tags: comedia, fantasía, Mundodisco, Pirómides, sátira, Terry Pratchett

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