3/07/2009

LIBROS: Celuloide sangriento de David Roas

(El destacado crítico literario Elton Honores nos ha enviado esta fabulosa introducción a la obra de David Roas, autor español que estuvo de paso en Lima con ocasión del Primer Coloquio Nacional de Literatura Fantástica, en la cual fue ponente destacado. Elton Honores nos lo presenta en otra faceta, la de escritor, que esperamos pronto disfrutar)




Cine, humor y parodia en Celuloide sangriento (1996)
de David Roas*


Elton Honores

“- (...) Tú crees en Dios. ¿Verdad?
- Lo siento, hermano; soy un adorador de Satán
y he salido a buscar un cuerpo para el sacrificio del
Sabbat”.

Fontana, Celuloide Sangriento, (1 de agosto: 2)


Resulta extraño que un escritor fantástico como David Roas (Barcelona, 1965) haya estado de paso por Lima, el 2008. Más extraño aún resulta que el propio autor, durante su estancia, obsequie un viejo texto suyo en fotocopia para deleite de sus amigos, un ejercicio casi paródico como su novela de folletín Celuloide sangriento (1996) –en adelante CS– , novela que se publicó exitosamente en 23 entregas en el Diari de Sabadell, entre el 30 de julio y el 31 de agosto del mismo año. Las ilustraciones pertenecen a David Clusella.

La novela narra los crímenes que empiezan a suceder, inicialmente, todos los jueves en la apacible y tranquila ciudad de Sabadell. Se trata de crímenes específicos contra los amantes del llamado “cine arte”. En estos crímenes no hay agresiones sexuales o intentos de robo, además se suma el hecho de la ausencia de testigos. Frente a estos aparentes “misterios sin resolver” y la serie posterior de asesinatos, será el detective privado, de apellido Fontana (personaje casi simpsoniano, sentimental, lector de Bukowski, amante de la música, tanto del blues, como del jazz o de Sonic Youth, además de ateo y cínico), quien logre descubrir al autor del crimen y sus motivos.

Nos encontramos así, al parecer, con un “móvil” criminal posmoderno: el odio criminal de este asesino en serie a los “cinéfilos”, a los “snobs” del cine, a aquellos que adoptan poses intelectuales y terminan rindiendo culto a un cine críptico y a veces indescifrable o por momentos aburridísimo. De ello se desprende que el serial-killer de CS, es al parecer culto, pues sabe discernir entre el buen cine y el “cine snob” o de pose.


Vemos que CS se inserta dentro de dos tradiciones: el folletín, y la novela negra. Del folletín, es evidente la entrega interrumpida y discontinua del relato, el sensacionalismo con el que son narrados los crímenes en la propia novela y por la prensa de Sabadell, la intriga y el misterio de los asesinatos, y la presencia de la violencia ¿justificada? del asesino, frente a los amantes del “cine arte”. De la novela negra destacan el lenguaje callejero, la violencia policial implícita, la transgresión de los límites morales de los personajes, y el componente político no está del todo ausente: al alcalde Farrés le interesa resolver los crímenes sobre todo por la reelección que está próxima, ya que “un alcalde que se preocupa por la seguridad de sus conciudadanos es un ganador seguro” (30de julio: 2). A ello se agrega el episodio de Madrid que recuerda Fontana: el político homosexual, que acaba con su impecable carrera como detective madrileño, y terminará por recluir al personaje en Sabadell, el tiempo presente de la novela.

CS esta narrada por el propio Fontana, lo que nos permite entrar en su mundo psicológico y conocer también su postura frente al propio cine. Sobre las dos primeras víctimas, Fontana señala:

Amelia había ido a ver Le rayón vert, de Eric Rohmer, y Pedro, Azul de Kieslovski (o como leches se llame). ¡Vaya bazofia! Debo reconocer que no soy muy amigo de filmotecas y cine-clubs. Nombres como Tarkovsky, Godard o Zhiang Yimou hacen que se me nuble la vista y empiece a sudar, y me obligan a ir corriendo al vídeo y poner algo de Billy Wilder para recuperarme (30 de julio: 2).

Evidentemente, observamos que el personaje de Fontana tiene un amplio conocimiento cinéfilo, pero también una postura particular frente al cine-arte. Ello lo convierte en un personaje paródico y a su vez exige la competencia de un lector implícito que conozca los referentes señalados para comprender la ironía y el juego humorístico intelectual (o quizás hiperintelectual, según el lector) que se plantea mediante las citas.


En vista de que los crímenes se cometieron los jueves, Fontana decide ir al cine-club de Sabadell, señalando:

No pude haber escogido pero día: la película que proyectaban era una pequeña maravilla, según rezaba en el programa de mano, de las que filmó Godard: Alphaville. Jodeeeer. Faltaba media hora para que empezase aquel engendro (...) Cuando se hizo la hora de entrada, me dirigí a mi butaca, sabiendo que no había forma de parar aquel suplicio. Me imaginé como un cordero camino de ser convertido en material de barbacoa (...) el público: una multitud de progres y demás fauna intelectualoide, tanto jovencitos como maduros, charlaban en una terrible algarabía, intercambiando todo tipo de frutos secos (...) Gentes a las que les costaría hacer una redacción de cincuenta palabras sobre sus vacaciones, hablaban sin pudor de los errores de cámara de Pulp fiction o de lo asquerosa que era El día de la bestia. Casi comprendí al asesino que buscaba (31 de julio: 2)


A pesar de su asistencia , se comete un tercer crimen. Fontana reflexiona: “Con este tercer fiambre ya no me parecía tan descabellada la idea de un cazador de adictos al cine-paliza; una especie de justiciero que harto de las atrocidades que se estaba cometiendo con el séptimo arte, eliminaba a todos aquellos que la apoyaban” (31 de julio: 2). Fontana considera así, seriamente la posibilidad de esta explicación a los asesinatos.

El comisario Ugarte, otro de los personajes, logra capturar a un sospechoso, al cual, luego de torturarlo para que confiese sus supuestos crímenes (pues se trata de un inocente), se reúne con Fontana, quien se muestra incrédulo por la facilidad de la captura, a lo que Ugarte le responde:


Mire, Fontana, ya sé que usted es muy bueno y todo eso. Pero no olvide que esto no es una novelita de detectives en la que los policías somos unos memos y los investigadores unos tipos inteligentísimos, que se tiran a todas las tías buenas y que resuelven los casos casi sin despeinarse (3 de agosto: 2)

Evidentemente, hay aquí un guiño intertextual con la novela policial clásica, que reafirma el tono paródico de CS, pues se plantea el estereotipo del investigador.

Luego de la captura del supuesto serial-killer, Sabadell parece volver a la normalidad, por ello se organiza una velada especial en el cine-club. El narrador señala que

Esa noche iban a proyectar dos peliculones (a precio de entrada normal: Pauline a la plage, de mi amado Rohmer, y Werther, de Pilar Miró. No sé si me equivoco pero creo que esta última era utilizada por la KGB en sus interrogatorios. Los pedantorros iban a chuparse los dedos (6 de agosto: 2)
Previsiblemente, vuelve a cometerse otro crimen, esta vez al dueño del cine-club de Sabadell. Hasta el lugar llega Fontana a investigar. Allí un forense, amigo de Fontana realiza el trabajo. La escena es típica del humor negro y muy visual:
- No sabía que te gustaba la música chorra –le dije con tono burlón.
- ¡Coño! ¡Fontana! –se levantó de golpe, soltando la cabeza del muerto, que fue a chocar sonoramente en la taza del water (...) (7 de agosto: 2).
Tras la muerte de este “promotor cultural”, refiere Fontana que los diarios de Sabadell señalaban en homenaje al asesinado, que “Gracias a él, los cinéfilos de la ciudad habían podido ver, entre otras cosas, toda la obra de Rohmer y de Tarkovski, el Buñuel mexicano, el Milarepa de Liliana Cavan, Fassbinder... una lista que debo interrumpir aquí porque estoy empezando a marearme” (10 de agosto: 2).
Luego de manifestaciones públicas por el buen cine (escena absurda o inverosímilmente exquisita), el narrador implícito se toma la molestia de parodiar ¿inconscientemente? una imagen clásica de El Acorazado Potemkim: “La gente iba de un lado a otro como zombies. En mi carrera, no pude evitar chocar con una abuela, que, después de una extraña pirueta, fue a caer sobre un cochecito de niño, ante el gesto horrorizado de sus padres” (13 de agosto: 2).
Una nueva pista surge: un crítico de cine, de nombre Víctor Palomar, que desde el propio Diari de Sabadell había rechazado el llamado cine-arte. Señala Fontana que

(...) sus críticas eran verdaderamente incendiarias. Empezaba a caerme bien aquel tipo. En sus artículos despotricaba contra la mayor parte del cine europeo y asiático, a los que consideraba ‘adecuados para frenopáticos y demás casas de placer’ (27 de marzo de 1990), tratando a los adictos a aquellas películas de ‘pseudopedantes mongoloides aquejados de un mal gusto innato para el séptimo arte’ (17 de diciembre de 1995, su última crónica cinematográfica).
A éste se suma las cartas que le enviaba María Picos Vega, respaldando fanáticamente sus opiniones, criticando abiertamente el cine-club de Sabadell

(...) por proyectar películas infumables (según sus propias palabras), mientras se marginaba de las pantallas sabadellenses la obra de algunos de los mejores directores norteamericanos de la actualidad, entre los que citaba, demostrando un excelente gusto cinematográfico, a Jim Jarmush, Alex Cox y Abel Ferrara (21 de agosto: 2).
Esta pista es clave pues permitirá a Fontana y a un grupo de amigos suyos establecer a dos posibles autores y capturar al verdadero asesino. El plan consiste en que un par de ellos vigilarán el cine por fuera y otros dos asisten al espectáculo, que Fontana califica como una auténtica canallada pues exhiben El año pasado en Mareinbad. El asesino, lógicamente, iría luego tras la pista de uno de los asistentes para asesinarles. Mientras tanto Fontana señala que se siente “como Richard Dreyfus en Tiburón” (29 de agosto: 2).

Finalmente lograrán capturar al asesino, que no es sino María Picos Vega, a la que hacen confesar sus crímenes, en una escena visualmente similar a la de Alex en La Naranja mecánica de Kubrick:

El primer paso fue atarla bien fuerte al respaldo de la silla en que estaba sentada. Después la amordazamos y la colocamos frente al televisor. Conecté el vídeo metí una cinta. En la pantalla del televisor apareció el título de aquella atrocidad: Gritos y susurros, del amigo Bergman. Un minuto después, María Picos se debatía desesperadamente en su silla, mientras lanzaba gemidos ahogados. Nos fuimos turnando para mantenerla despierta (30 de agosto: 2)
Luego de una muy verosímil narración de María Picos y hasta comprensible, tenemos que CS es una novela hecha de intertextos, de citas culturales cinematográficas, de humor negro y de parodia.

El final de la novela mantiene este nivel de parodia y de humor, pues luego de resolver el caso, Fontana acude al cine-club de Sabadell para cerciorarse de que todo anda bien, pero luego comprende que ha sido un error, cuando ve el título de la película en exhibición: Conte d’ hiver de Rohmer. A ello se agrega que como “premio”, Fontana reciba entrada libre –de por vida– a todas las sesiones, concluyendo el personaje: “Y pude comprobar que no era tan malo como yo esperaba. Tan solo tuve que salir dos veces a vomitar” (31 de agosto: 2).

CS se construye como un juego intertextual, que parodia un género popular como la novela negra. La inclusión de referentes cinematográficos hace atractiva su lectura, y el humor negro de CS, permite moverse al lector, en un mundo posible –que no es fantástico– con una mayor dosis de saludable cinismo.


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* David Roas (Barcelona, 1965) es Doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona, además de ser especialista en literatura fantástica. En el ensayo, ha publicado: Teorías de lo fantástico (2001), Hoffmann en España (2002), De la maravilla al horror: los orígenes de lo fantástico en la cultura española (1750-1860) (2006), y la antología de cuentos fantásticos españoles del siglo XX: La realidad oculta (2008), realizada en colaboración con Ana Casas. En ficción, ha publicado, el libro de microrrelatos Los dichos de un necio (1996), la parodia de novela negra Celuloide sangriento (1996), el volumen de cuentos Horrores cotidianos (2007), y el libro de crónicas humorísticas Meditaciones de un arponero (2008). Algunas de sus narraciones han sido antologadas en Ciempiés. Los microrrelatos de Quimera (2005) y Mutantes. Narrativa española de última generación (2007).

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