10/31/2009

Kiss Comix 01 (… y algo más)

Por Luís Antonio Bolaños de la Cruz

Quisiera empezar diciendo que en la primera ocasión que me aproxime a la revista estaba temeroso que el material fuera tan estúpido como la mayoría de los films pornográficos que he espectado, nada más lejos. Luego, disipada la preocupación, sabía que con regularidad iba a encontrar buen material de CF erótica que comentar, por eso aunque hablaré sobre la totalidad del índice, me detendré en aquellos que más se acerquen a nuestro género preferido.

Editorial:
Combativo cual sans culotte en las barricadas y aclarativo como una pastilla de menta para la ronquera. Con estilo y con suficiente densidad como para sentir que hay algo más que exhibición de cortes en la carnicería en estas 64 páginas de jolgorio intelectual y placer visual.


Portada:
Jaime Martín: Una autogozada, el centro de impacto visual en los pezones, henchidos y en pirámide sembradas de rugosidades, la saliva espesa que cuelga de la lengua refrescándolos, el éxtasis del rostro, el agarre posesivo de ofrecimiento de ese par de mamas tan esféricas como nalgas, demuestran un manejo desde lo sensual hacia lo pedagógico.








Ilustración: El maestro Frank Frazetta nos entrega una rubia pletórica en la cúspide de la molicie, entregada al placer de reposar mientras se roza contra la seda de las sabanas y en un abrir y cerrar de muslos se complace en airear la entrepierna, quisiera llamarla parafraseando la frase de Oscar Wilde que encabeza el dibujo con un pleonasmo: Irresistible tentación









Cloe. Demasiado lleno de espuma: Peter Riverstone:
Más conocido por sus relatos bíblicos (Thamara y Juda; Gomorrhe, Judit) y por sus aventuras de ciencia-ficción de alto voltaje erótico (Nagarya), me descoloco al inicio con esta antiutopía, que a manera de crónica urbana de una sociedad que bordea el surrealismo anarquista, que perdura vibrando cargada de erotismo y que de manera desembozada y desvestida se encarga de propiciar los encuentros droláticos de sus ciudadanos (me recordó enseguida Den de Corben en cuanto al planteamiento de la desnudez o sus variantes como forma de presentarse en público y las similares
propuestas de Heinlein), pero lo que en cualquier otra historia es alusión vaga acá es concreción irisada: el coito múltiple en orgías multitudinarias en plena calle, el desmembramiento sanguinolento a hachazos, las lamidas y penetraciones, las chupadas anales mientras viajan apretujados en el metro (una frase alucinante para la evocación: “se lo presto hasta que se baje , pero por favor no me haga cagar”).

Así que de la imagen inicial de una prostituta alucinada perseguida por un mirón que se desplaza por una urbe donde todo acto sexual o letal es posible, salte a la de libredispensadora de placer cuando “pagar por usar un culo” está en desuso hace largo tiempo.

Moran en un organismo social de una complejidad tremenda, pero igual los poderosos obtienen lo que desean no importa lo que sea, y donde sin obstáculos los menos poderosos vagan por avenidas, estaciones y bares en un desenfreno perpetuo (por alguna oscura razón la conecte con los usuarios de soma en “Un mundo feliz” de Aldous Huxley), repleto de violaciones, cuajarones de hemoglobina y asesinatos. En las relaciones laborales se explicita la jerarquía de tal modo, que uno comprende que en la calle reine el más completo desbarajuste.


Los personajes secundarios están diseñados con apego y la narración se vanagloria cargándose de esos detalles tan caros al autor, como los diseños de vestuario con faldas abiertos por atrás para que exhiban derriéres perfectos en su geometría o por delante para mostrar la raja rosada de las vulvas y la hirsuta pelambre que cubre el pubis de Cloe y sus amigas, todas modeladas con unas curvas tan poderosas y atrayentes como para que nos dejen turulatos. Hay que destacar que la perfección anatómica de las personas corre pareja a su perversión, pero la misma es vivida en estado de amoralidad, por lo cual ni es condenable ni reprobable. No obstante, el gusano de la discordancia y el comezón de la angustia anidan en las almas y surgen los suicidas.

A destacar el trazo, que sin alcanzar la exquisitez de un Serpiere le permite a Riverstone plasmar unos nalgatorios jugosos y maduros, que se aplauden a si mismos por la esfericidad muscular y la redondez sensual que acogen en su periferia, provocativos y altaneros son suficiente reclamo para deleitarse el ojo, y la construcción de ambientes y decorados no le va a la saga, plasmando una obra que dice y va mucho más allá que los portentosos traseros que salpican la página.


Birland: Beto Hernández: Va de psicoterapia y gente con bandadas de aves en el cerebro, desencuentros e intercambios de pareja tipo culebrón yanqui, entre los esposos Fritz (psicoanalista que se acaricia el clítoris mientras escucha a sus pacientes, su físico es un clon de Fanny Ardant) y Mark (publicista), Pet, hermana de Fritz que funge de su secretaria en el consultorio, Bang Bang e Inés (bailarinas de tubo en locales para carcamales, ambas amantes de Mark), y Simon, enamorado de Fritz y que se masturba oyéndola hablar por teléfono, preocupados por el significado de la existencia y como follar interfiere con su captación (explicando quizás a los cultos emasculadores como los dionisíacos) y la presencia de ET camuflados en felinos. Roza por momentos la euforia y el éxtasis, pero siempre aparece la carga psicoanalítica para equilibrar el aparente sinsentido de las acciones.


Firkin – Cajas y Pollas (Hunt Emerson & Tym Manley): Se le siente la edad, cuando establece estadísticas entre TV y sexo, con ejemplos de Dallas, Dinastía, Testimonio, pero conserva la gracia mientras Firkin el Gato conversa con Colin el Condón, expuesto en un estilo que Crumb elevó a la enésima potencia. Ingeniosas y bruñidas viñetas, preñadas de ideas y entintadas con ferocidad.


Sor María Teresa: Boube Christian: La entintada rasgada, intensa, inmisericorde endurece y vigoriza la recitación del aparente secuestro de una monja, que arrastrada a un callejón sufre en silencio que le desgarren las vestiduras a navajazos, la maquetación fragmentada bebe en algún momento de Crépax, pero se decanta hacia un tono semejante al de Ben Templesmith. Aunque la sombra de Satanás flota sobre los ejecutantes del acto, lo erótico prima, el final no por esperado deja de ser efectivo, buen relato.





¿Juego inocente o … Sadomasoquismo enfermizo?: Robert Crumb: Un par de páginas que dicen mucho más que otros con una decena de tomos, va directo al grano, se desnuda la mente para nosotros y estampa con brío sorprendente su opinión sobre lo lícito en las relaciones de pareja y como los límites se difuminan cuando lo ejecutado es de común acuerdo, también nos desafía a practicarlo una vez comprendido.











Torchy: Bill Ward: Siempre lo consideré entre los clásicos del erotismo surgido tras la Segunda Guerra Mundial por el estilo de sus dibujos, aunque luego supe que era contemporáneo, aquí se ocupa de una estafa de poca monta con final feliz, donde el personaje de marras ofrece un deshabille pícaro y risueño, impregnada de ese aroma de la década del ’50 que cual picadura de tabaco sabe aplicar.

Esclava, la – Amando al Alien: Anton Drek: El castigo para la traidora (nunca se sabrá el calibre de la misma) no es menudo, tiene que practicar felaciones a cada uno de los miembros de los invasores alienígenas, ¿Por qué su miembro se adapta tan fácil a la mamada? Porque a pesar de ser una especie de crustáceo con garras, su forma semeja un pene (me recordaron a los cirrípedos que son puro falo), quizás ese sea uno de los motivos que los impulsaron a venir a la Tierra: pero el prometedor marco inicial se disipa cuando queda en una endeble excusa para ejecutar una “desgarradora” y “dolorosa” sodomización de la protagonista como castigo por renegar de su especie.


Spurt, the: Andy Drekner: Jocosa parodia de The Spirit en una ilustración, hasta en el nombre. Deliciosa viñeta, cínica y desenfadada, una patada en los glúteos a las pánfilas.















Ginebra, mal de luna: Rotondo: Mezcla belle époque, engañosos juegos eróticos con vendas y escondite, clara luz de luna llena, puesta en escena plena de luminiscencia y articulado para permitir un ayuntamiento entre la beldad y el licántropo; a destacar ese instante en que se desvisten las nalgas de la cautivada, la ilustración lo capta con elegancia, sin perder un ápice de sensualidad. Muy recomendable por la fluidez y belleza del dibujo.











Girl: Kevin Taylor: El dibujo es aún crudo, el entintado áspero, las formas apenas sugeridas, no poseen la rotundidad y la exhuberancia que serán características de una etapa posterior, donde con sólo mirarlas se abultan los cuerpos cavernosos y se elevan las expectativas, arranca en una tienda de hechizos y brujerías, para derivar hacia un Nude Grill (donde baila con la canción de Prince “Puta irresistible”) y sesiones de sexo explícito antes de especular sobre la luna y los conjuros evocativos de espíritus.









Cárcel de Mujeres: Erich Von Gotha: Es increíble como a partir de anécdotas mínimas se llegue a crear una vasta red de artificios y estratagemas que terminan por darle una consistencia a los guiones que van más allá de lo usual para excitar, en este caso el desarrollo se acerca a las reflexiones de Ann Rice sobre el sadismo y el discurso del poder que bajo el pseudónimo de Roquelaure, A.N desplegara en la Trilogía de la Bella Durmiente; acompañado de imágenes de gran belleza y esteticismo se convierte en un lectovisionamiento de increíble nervio e inolvidable impacto. Las mujeres de von Gotha se desvisten para aterrizar en nuestros sueños y acompañarnos frotando erecciones, mitigando entumecimientos y compartiendo fluidos.

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