3/22/2010

CREEPY 00

Por Luís Antonio Bolaños de la Cruz

Creepy fue una revista impactante, surgió en una España madura, que se sacudía de décadas de dictadura franquista y que podía permitirse explorar lo terrorífico sin ambages, con abundantes referencias a sexo y violencia en sus diferentes variantes; para quienes deseen aproximarse a su renovador periplo recomiendo revisar: http://es.wikipedia.org/wiki/Creepy; y paso a detallar el contenido del Nª 00:

Carátula de Sanjulián que rindiendo homenaje al personaje introductor de los relatos, creado por Frank Frazetta, enfatiza lo horrible, destemplado y artero de su aspecto, pero que en un rincón de su mirada guarda aquel gramo de empatía requerido para atraernos y engancharnos para ser en cierta medida cómplices de los horrores que procederán a desgranarnos cual doble cosecha: macabra (por los compromisos que establece) y estremecedora (por lo fértil de sus propuestas), aunque no es necesario que vayan a partes iguales. En el pergeñado por Frazetta los editores españoles apuntan en sus globos una “declaración de principios”, acertada mixtura de marketing y enjundia.




Bocado más sabroso, el: Cary Bates (Guión) y Russ Heath (Dibujo)
Nos introduce a un tema: el impulso de la aventura y como se tuerce ante la adversidad, que la “Balsa de la Medusa” de Gericault expuso, Jack London detalló en algunos de sus relatos sobre canibalismo, Carlos Giménez graficó en “Los Verdugos” (siguiéndole los pasos a uno de esos relatos) del albúm “Érase una vez en el futuro”, y el film “Sobreviven” recreó mediante la desgracia del equipo uruguayo de rugby cuando su avión se estrella en los Andes, demostrando que diversos soportes han tocado de diversas maneras: el accidente (el azar), el hambre (la naturaleza que retorna por sus fueros) y las alucinaciones (que justificarán un deslizarse hacia la antropofagia), no obstante con una excelente vuelta de tuerca en las postreras viñetas se rescata la ética y el amor mediante la pantalla de TV, donde contrasta la belleza rutilante de la sobreviente y la alegría de su marido con la aparente tragedia esperada, para plasmar un remate de perfil sorprendente, pero sublime.

Las viñetas poseen la solvencia y expresividad propias de Russ, tintas refinadas e insinuantes que tienden a la densificación elocuente de los acontecimientos, difuminados sembrados de sugerencias y contrastes que enfatizan la acción de los personajes con un trazo contundente y despojado de sensiblerías.


Vida nocturna: Bob Toomey (G) y Rafael Auraleón (D)
Discoteca neoyorkina, parejas entrando al éxtasis… (por la danza, la droga o el sexo) y una extraña visitante, persistente y arrugada, con aroma a pactos diabólicos y acuerdos firmados con hemoglobina, también una historia de amor que sucede por lo menos en su génesis en la Plaza Clichy de París, y de traiciones a lo que cada cual es, como humano o inhumano y una culminación galopante, donde el palpitar de la vida que se apaga se impone al recuerdo y la añoranza ejecutando -acción de excelente performance-, un cierre con sarcasmo.

El dibujo de Auraleón recoge los detalles tétricos y expone el escenario de sus consecuencias lúgubres, apunta preciso los movimientos del elenco y potencia con la tinta china el horror que yace tras las peripecias, constituyendo un adecuado complemento a la historia.


Amor primate: Cary Bates (G) y José Ortiz (D)
Va de fórmulas químicas que provocan el celo a disfraces con cámaras ocultas, investigaciones antropológicas y hembras de sasquatch, pero sobre todo de amores erróneos, pero no por ello menos intensos y apasionados, además nutridos por la comedia de equivocaciones que se enlaza sápida al trepidante colofón, nos señala que el deseo no es igual al resultado, con frecuencia retorcido por obra del azar; la ironía devastadora y la calamidad que planea cual vultúrida sobre los acontecimientos relatados provocan un proceso que termina por aterrizar de lleno sobre nuestro intelecto y empezar a devorarlo cual cadáver adobado.

Cuando observamos las páginas que lo componen comprendemos porque Ortiz alcanzó fama y cotas increibles en “Hombre”, aquí ya está contenido en germén su despliegue posterior: el encuadre abarcador, el paisaje recogido con destreza, la plumilla que desgarra para enfatizar, la expresividad de los rostros, la tinta que se agarra de las sombras para relanzarnos con las hermosas composiciones y la elegante exactitud de sus planchas, el tremendo significado que adquieren las imágenes.


Amor del Cojo Lem, el: Richard Corben (G y D)
La ingenuidad que anida en la fealdad y la maldad que se oculta en el primor, la bella y el bestia en el centro del encuadre (además casados y viviendo sin consumar el acto sexual), ejemplifican el candor simplón y la malicia rellena de estulticia, y entonces la infidelidad flagrante y el asesinato como supuesta medida correcta para equilibrar la balanza (¿cuándo un asesinato es correcto?) suceden; no importa la reiteración, porque en cada ocasión se usará un instrumento diferente: machete, hacha, escopeta, cuchillo; insertos en medio de un ecosistema peligroso que brinda mil y una oportunidades para la destrucción y la germinación (la Cuenca Atchafalaya en la desembocadura actual del Mississippi compartida con Swamp Thing) no es de extrañar que desaparezcan personas, coartada eficaz para evitar la sospecha. Tras la orgía de sangre, una chispa de comprensión y quizás el cansancio de victimar, empuja a la exigencia de usar las prerrogativas matrimoniales y al enfrentamiento, donde la ricura le niega al deforme el acceso al placer. Extender la muerte deviene natural… solo que tras varios días de cocinarse en su propio jugo decide cometer necrofilia, y entonces lo que encuentra yaciendo en el jergón y su entorno superará cualquier expectativa y como advierte el narrador aún se escucha el rechinar de sus muelles en el pantano.

Corben con su peculiar e inimitable estilo, crea de inmediato un mundo sobrecogedor -aunque reconocible para quienes hemos visitado su obra-, donde acaecerán las terribles peripecias de los protagonistas enriquecidas por el valor agregado de la astucia con que articula sus secuencias y los recursos que acumula para su puesta en viñeta, sostenido en su característica tridimensionalidad rotunda y voluptuosa, labrada mediante sus anatomías de cincelada excelencia y condimentadas por trazos expresivos y caricaturescos, por sus escorzos en apariencia impracticables y por sus volúmenes evocadores y hasta sensuales.








Hermanas: Bill DuBay (G) y Alex Niño (D)
Con extraordinario pulso narrativo nos ofrece una entrecortada pesadilla de döppelganger alienígenas (donde los humanos podemos serlo también) desplegada en secuencias simultáneas por mundos palalelos, y concatenada de manera tal que se puede leer como una sola alucinación..., a no ser por la doble desgracia que estalla, y que deja un sabor a triste quebranto perdurable en la mente, quizás lo único objetable es la matemática similitud entre decorados, pero que se disculpa porque es el propio formato quien permite contrastar y avanzar al relato.


Los dibujos del filipino Alex Niño contribuyen por su viveza y claridad y su capacidad para pescar lo esencial -sin olvidar lo complementario- a la fluidez de la historia, soberbio entintador (es probable que por eso se prodigue en el blanco y negro de los comics de horror), experimentador y vanguardista, gracias a su capacidad imaginativa y fértil sentido de diseño nos entrega un marco adecuado para que nos sintamos estremecidos.

Maldición, la: Archie Goodwin (G) y Neal Adams (D)
Neal devolvió a Batman su aura oscura y su digno empaque de cruzado merced a su capacidad para incorporar en un recuadro clásico y realista, el tenebrismo estético, las rupturas rítmicas y la visualización prospectiva necesarios para oscurecer al personaje; en este caso de los dibujos iniciales renacentistas que captan la lobreguez de las ergástulas y lo ominosa presencia de los aparatos de tortura se pasa a una planificación mucha más clara cuando salta a la actualidad sesentera, entonces el tratamiento de los contornos, la planificación de página, las diagonales de cruce, y el detalle de los rostros van abriendo rutas y luego prestan potencia al desenlace y su indudable encanto a la condenación, de la cual nadie puede escaparse.

Colofón clásico, con vampiros que maldicen las generaciones venideras y una encarnación de la venganza exteriorizada en algunos usos y costumbres e incluso actitudes de la población contra dichos descendientes maldecidos, pero a medida que los derechos individuales se afirman y la democracia va imperando esos sentimientos se revelan cada vez más tumultuosos y con albedrío; será en uno de esos momentos de pura gloria elocuente cuando se conocen los amantes del relato, el inglés lógico y racional, la italiana intuitiva y algo supersticiosa, así que a la duda inicial de la relación amorosa le suceden la resolución de la emoción y su afirmación frente al altar. En apariencia imperturbable, la lógica que empapa al inglés le jugará sin embargo una mala pasada cuando deba enfrentar el colapso y la inmovilidad de su amada, una probable catalepsia que defenderá incapaz de separarse de su cuerpo, luego se precipitan los acontecimientos cerrándose con una doble vuelta de tuerca que con pulso aterrador nos ofrece un final que no podíamos imaginar.


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