10/20/2005

Los zombies de George A. Romero


Tengo un motivo más para morir tranquilo, y es que he visto completa la tetralogía sobre zombies que ha filmado, a lo largo de los últimos años, George A. Romero.

Su mítica “La noche de los muertos vivientes” (1968), tiene el aura maldita de no haberse estrenado comercialmente en Perú, aunque gracias al cable, y en su momento, al Canal 11 de Ricardo Belmont, pudo verse en la televisión. Filmada en blanco y negro, nos ofrece la génesis de un mundo de zombies: la explosion de una nave espacial de regreso a la Tierra, probable portadora de una radiación de origen desconocido, hace que los muertos recientes se levanten de sus tumbas con el objetivo de comerse a los vivos. Así empieza...
Parece mentira que una situación tan truculenta pueda desencadenar una sensación contínua de horror y angustia. Pese a que los zombies son lentos y torpes, los humanos no pueden contra ellos. Así, un grupo reducido se refugiará en una casa para ir muriendo de uno en uno, ya sea a manos de los zombies, ya sea por sus propias tensiones o miedos. Como en el resto de los filmes, los roles protagónicos son grupales y mixtos: están conformados por hombres y mujeres, blancos y negros. Pasada “La noche de los muertos vivientes”, los zombies pasan a convertirse en un peligro menor y evitable, pues se descubre que disparándoles al cerebro, “mueren”.


Sin embargo, en “El amanecer de los muertos vivientes” (Dawn of the living dead, 1978), las cosas no han sido tan simples. El número de zombies se incrementa, obligando a los humanos a replegarse en refugios. Un grupo de sobrevivientes integrado por una mujer y tres hombres que viven en sospechosa armonía se refugia en un gran centro comercial, donde cuentan con todo lo necesario para sobrevivir: alimentos, ropa, energía, entretenimiento.... los zombies rondan, pero carecen de iniciativa e ingenio para intentar alguna solución contra las barreras del centro comercial... hasta que por accidente, logran entrar. Pero, sorpresivamente, la gran mayoría de zombies se dedica únicamente a deambular por los inmensos espacios comerciales, observando con aparente curiosidad los escaparates y usando las escaleras mecánicas. “Es posible que cuando estaban vivos, venir al centro comercial fuera su única diversión. Ahora que están muertos, siguen viniendo aunque no saben por qué”. Este comentario de uno de los protagonistas es terriblemente irónico y agudo. En efecto, ¿qué diferencia hay entonces entre estar vivo y estar muerto, si la existencia se limita a un ir y venir por un centro comercial escuchando música ambiental? Resultamos siendo tan “zombies” como los muertos vivientes. Tras un largo interludio en el cual nuestros protagonistas disfrutan (acaso al igual que los zombies) de todos los bienes ofrecidos por la sociedad de consumo, otro grupo de humanos hará su aparición, destruyendo con su codicia esta relación de buena vecindad. Una pareja, compuesta por una blanca y un negro, logrará escapar hacia un posible lugar mejor (en todas las películas, los protagonistas “saben” de la existencia de regiones donde no hay zombies).


Tras el amanecer, siguió “El día de los muertos vivientes” (Day of the dead, 1985), en el que nuestros zombies se hacen más numerosos y los humanos más escasos. Esta vez, los sobrevivientes de turno están refugiados dentro de instalaciones militares, coexistiendo tensamente con civiles y científicos. Como buenos militares, intentan desarrollar una estrategia para acabar con los zombies, pero en buena cuenta, solo les sirve para sobrevivir. Mientras tanto, uno de los científicos ha iniciado una serie de experimentos con la finalidad de analizar el comportamiento de los zombies, logrando cierto éxito (y una relación casi paternal) con uno de ellos. Dentro de la atmósfera de tensión y reclusión de esta película, hay un espacio de humor (bueno, hay varios, pero en este caso, no se trata de humor negro) cuando vemos al zombie intentar afeitarse o aprendiendo a utilizar un walkman. Sin embargo, estos avances no significan nada para los militares, quienes solo piensan en términos de amigo-enemigo. Otra vez, sus miedos y ambiciones contribuirán a desencadenar la tragedia, cuando un grupo de zombies mantenidos en cautiverio para experimentar se libere, ocupando las instalaciones militares y permitiendo el ingreso de sus “colegas” del exterior. Nuevamente, una pareja conformada por una blanca y un negro logran huir en búsqueda del paraíso sin zombies, simbolizado por las islas del sur... “El día de los muertos vivientes” parecía ser el final de la serie, pues la idea, aparentemente, no daba para más.

“La tierra de los muertos vivientes” (Land of dead, 2005) es, más que una digna continuación, un cambio de perspectivas y – si se quiere-, un manifiesto en pro de la convivencia pacífica entre seres diferentes, o al menos, tan diferentes como pueden ser los vivos y los muertos
Con jugada maestra, Romero da una vuelta de tuerca completa y hace que el espectador simpatice más con los zombies que con los humanos. Éstos últimos han logrado refugiarse en una ciudad rodeada por dos ríos y una gran valla que la hace inexpugnable a los zombies. La vida dentro de esta ciudad, empero, dista de ser idílica, y no por la existencia de los muertos vivientes, sino por que reproduce todos los vicios de la humanidad: corrupción política, divisiones sociales absurdas, crimen organizado, policía represora... A diferencia de otras entregas, aparecen latinos en escena (John Leguizamo hace de “Cholo”, un matón que lleva un tatuaje de algo que parece un tumi en un hombro), y como homenaje, Asia Argento (hija de Darío Argento, cineasta italiano cuya película “Infierno” no me cansaré de recomendar nunca) y Tom Savini (el zombie del machete), director también de películas italianas de zombies.
Los humanos de la ciudad basan parte de su subsistencia en incursiones ocasionales a otras ciudades, pobladas definitivamente por zombies. Estos zombies, conscientes de la ausencia de seres humanos que comer, se dedican a deambular por ahí, acaso reconstruyendo lo que les queda de memoria. Así, un grupo de zombies integra una retreta en un parque intentando tocar penosamente instrumentos musicales. Una pareja que en vida fueron novios o enamorados pasea de la mano, y así... Este edén zombie es interrrumpido por la presencia ocasional de humanos que, habiéndoles perdido el miedo, saben distraerlos con fuegos artificiales que vuelven a los zombies más pasivos que lo habitual , al punto de ignorar la presencia de la codiciada carne humana fresca. Lo malo es que no faltan humanos fastidiosos que, por puro gusto, gastan bromas a los zombies (les arrancan miembros o los matan). Un zombie es asesinado por un grupo de motociclistas, ante la vista de un muerto viviente que en vida fuera un negro y fornido operario de una estación de gasolina. Este zombie “reacciona” de manera distinta a los demás. Muestra ira ante el maltrato de los humanos, y razona que estos provienen de la ciudad aislada, cuyo edificio más alto (y plenamente iluminado) brilla como un faro que guía a un grupo cada vez más creciente de zombies, liderados por el zombie grifero. El enfrentamiento entre zombies y humanos, empero, es menos cruento que el enfrentamieto entre humanos, incapaces de mostrar la determinación y fidelidad que muestran los zombies entre sí. Los protagonistas, un grupo de descontentos con el sistema, deberán optar entre escapar o quedarse para ayudar a la población inocente. La escena más significativa de esta película es aquella en la que, teniendo a un grupo de zombies en la mira, los protagonistas humanos (también los hay) deciden no eliminarlos, pues los consideran que, al igual que ellos, simplemente buscan un lugar donde vivir (por cierto, para esta entrega, el paraíso terrenal está en las desoladas tierras canadienses).
Como en las otras películas (excepto la primera), la humanidad (y los zombies) siguen moviéndose...

Daniel Salvo

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2 comentarios:

Gustavo Faverón Patriau

Como Daniel Salvo, yo también puedo decir, desde ayer, que he visto la tetralogía zombie de Romero completa.

Dos observaciones: no hay que ver ninguna referencia al Perú en el sobrenombre "Cholo", que lleva el personaje de John Leguizamo. "Cholo" es el tratamiento amical más común entre chicanos, y es, de hecho, la manera en que sus amigos llaman a Leguizamo normalmente (quizá él mismo haya sugerido el nombre del personaje).

La segunda observación: la presencia de Asia Argento en la película es, en efecto un homenaje a su padre, Dario, pero no sólo porque aquél sea un maestro del género, sino porque, años atrás, cuando ella era apenas una niña de dos años, Argento papá invitó a Romero a Roma para trabajar con él, y fue ese ambiente distinto, la forma diferente de aproximarse al horror que Romero vio en Argento, lo que llevó a Romero a escribir, allí mismo, en Roma, en esos días, el guión de "Dawn of the Dead". Era 1977.

Daniel Salvo

Hola Gustavo, gracias por los datos.
Lo que me llevó a pensar que "Cholo-Leguizamo" era peruano fueron tanto el tatuaje que muestra en el antebrazo (que me pareció un tumi, aunque podría ser otra cosa) y una escena de la película en la cual se refiere a un grupo de zombies como "esos seguro eran mexicanos".
Se ve que me falta cayetano, jajaja.

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