10/16/2009

El alma del vampiro - Poppy Z. Brite



La moda de las novelas de vampiros, si bien aparentemente novedosa, tiene ya una larga tradición fuera de nuestro país. Bombardeados como estamos con las novelas de Stephanie Meyer, no somos muy conscientes de la existencia de otras exploraciones (no siempre fecundas, todo hay que decirlo) en torno al aparentemente inagotable mito del vampiro.
Poppy Z. Brite tiene el acierto de escribir una novela de vampiros muy impregnados del espíritu de los años ochenta y noventa del siglo XX. Es decir, que son vampiros muy a la moda, bastante dados a experimentar con la bisexualidad, la música contemporánea y reventar el sueño americano. Uno se pregunta cómo es que tan amorales seres dieron lugar a los acaramelados y castos vampiros vegetarianos de hoy en día.
Los vampiros de Poppy Z. Brite no son seres sobrenaturales: no siempre soportan la luz del sol, pero un crucifijo no les hace ningún daño. Errantes por el mundo, son conscientes de ser una raza distinta a la humana, con sus diversos matices, y capaces incluso de producir seres híbridos de humano y vampiro, que desde el vientre comienzan a alimentarse de la sangre materna y deben abrirse camino a dentelladas, matando de paso a la madre.
El alma del vampiro gira en torno a Nada, un híbrido de humana y vampiro que acaba convirtiéndose en una suerte de emo, y que busca la compañía de sus iguales, entre ellos su padre vampiro, con quien iniciará una relación que llega a incluir el incesto. Además, se cruza con otros seres igualmente extraños, como Fantasma, un humano con ciertas habilidades telepáticas que lo hacen consciente del peligro que implican los vampiros.
Lamentáblemente, ahí se acaba el interés para quienes buscamos historias fantásticas o de horror sobrenatural. La novela - con todos sus buenos momentos - tiende a caer en los tópicos de la narrativa JUM (Joven Urbana Marginal), pero ambientada en los Estados Unidos: chicos que se escapan de casa, consumen drogas y tienen sexo a diestra y siniestra. Vamos, que no carece de interés seguir las peripecias de estos vampiros existencialistas y leer, de vez en cuando, alguna aguda reflexión sobre cómo anda el mundo.
Pero para eso hay otros libros. Luego de tanto vagar y llorar por la suerte de sus víctimas, es posible que de tanto hastío, los vampiros de Poppy Z. Brite se hayan convertido en los nuevos vampiros menos temibles y más formalitos que la niña de turno puede presentar sin problemas a sus padres. Es lo malo de escribir historias que pretenden presentarnos como perenne lo que al final solo fue una moda: mientras Drácula sigue siendo un clásico indiscutible de la literatura, algunos de sus descendientes no pasan de ser chiquillos engreídos.

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