3/18/2009

LIBROS: El ciclo de Dunwich


El ciclo de Dunwich
VV.AA.
La Factoría de Ideas
Colección Puzzle
Madrid, 2006


H.P. Lovecraft creó con sus relatos y novelas una mitología tan particular y, a su modo, seductora, que a pesar de los defectos estilísticos que se le achacan, continúa siendo objeto de fervor, casi de culto, por parte de sus lectores. No fue pues nada raro que ya en vida de Lovecraft, otros autores optaran por formar parte de sus mundos, formando así el Círculo de Lovecraft, cuyas historias enriquecieron el ya de por sí amplísimo campo del mundo literario que ha generado su propio adjetivo: lovecraftiano.


Por supuesto, estas colaboraciones no quedaron en el pasado. Al contrario, el mito Lovecraft parece engrandecerse conforme pasan los años, logrando su autor una vida literaria póstuma que no conoció en vida. Lovecraftiano es, por decir algo, Michael Houellebecq.


Cual enciclopedia borgesiana, los mundos de H.P. Lovecraft se están filtrando en el nuestro. Ediciones del Necronomicon se pueden descargar de internet en casi todos los idiomas. Arkham, Innsmouth, Dunwich son lugares obligados para visitar al menos una vez en la vida. Y una persona que se precie de culta debe saber hablar, además de inglés y francés, el aklo y las lenguas de los Grandes Antiguos.


El ciclo de Dunwich es una recopilación de cuentos que giran, como su nombre lo indica, en torno a las ideas y personajes que Lovecraft vinculó a dicho lugar: Yog-Sothot, los Whateley, Sentinel Hill, los bosques llenos de chotacabras... y también giran en torno a nuevos avatares de dichas entidades, a veces fuera de su lugar de origen, a veces retornando a tan corrompidas fuentes.


El gran dios Pan (Arthur Machen): Pan, de quien deriva la expresión miedo pánico (que hemos abreviado en el mero pánico) , era el dios de los bosques, mezcla de humano y cabra. "Ver al dios Pan" era una expresión que implicaba haber pasado por una experiencia terrible, a saber, la percepción directa del otro mundo. Una muchacha es sometida a un experimento por parte de su mentor, un cientìfico de extrañas ideas (extrañamente, Machen no le atribuye la menor culpa ni castigo al responsable de los sucesos narrados), dando como resultado el nacimiento de un ser monstruoso. Lovecraft adoraba este relato. Y no es para menos.


El pueblo blanco (Arthur Machen): Dice el dicho: el niño y el loco dicen la verdad. En este caso, es el cuaderno de una niña relatando las extrañas leyendas que a su vez le cuenta su nana el que nos ofrece un atisbo más que inquietante hacia un mundo que está al lado del nuestro, poblado por seres que los humanos conocemos como surgidos del folklore y la mitología. Para mayor desasosiego, la propia niña y el entorno geográfico en el que transcurre su infancia no son precisamente normales.


El horror de Dunwich (H.P. Lovecraft): Al fin nos encontramos con el maestro en su estado puro. A mi me inspira más terror lo miserable y decadente del pueblucho de Dunwich que la amenaza contra la humanidad que conjura la familia Whateley, cuyo último retoño, el repulsivo Wilbur, intenta conseguir una copia completa del Necronomicon para realizar las cosas adecuadamente. Para sorpresa de muchos, Wilbur Whateley no está completamente solo.


La habitación cerrada (August Derleth): Dicen que los parientes son un accidente en nuestras vidas y que nosotros somos accidentes en las de ellos. Nunca más cierto el dicho que en esta historia, en la que el primo de la ciudad, habitante del siglo XX, con todo su racionalismo y pedantería, se encuentra con sus verdaderos orìgenes, que le habían sido piadosamente ocultados por su familia. A causa de su ignorancia desata una catástrofe, tanto en perjuicio de los humanos normales como de su, esto, familia...


La torre redonda (Robert M. Price): Donde hay un monstruo puede haber más... por que si por ahí anda Yog-Sothot, también pueden andar otros... Si el nacimiento de Wilbur Whateley fue calificado por Lovecraft como "un escándalo típico de Dunwich", ¿era debido a que podía haber más? Los Grande Antiguos no eran precisamente amigos entre ellos, ni tenían necesariamente un origen común.


El Salto del Diablo (Richard A. Lupoff): Un divertimento protagonizado por otra rama de la familia Whateley, buscando el conocimiento arcano que permita el retorno de alguno de los Grandes Antiguos a nuestro mundo, al tiempo que nace una criatura que no ... ¿suena conocido? Pues si lo es. Para pasar el rato.


El camino a Dunwich (Ben Idick): No solo los hijos de Dunwich están expuestos a las amenazas exteriores. Mudarse por sus cercanías, incluso para dedicarse a actividades científicas "serias", como la geología, no traeran ningún bien a una pareja de esposos. Sobre todo, cuando la aparentemente estéril pareja descubra que están esperando familia...


La cabaña del árbol (W. H. Pugmire y Robert M. Price): Una historia de lo más retorcida, acaso un divertimento mayor. El descendiente de rama lejana de los Watheley regresa a Dunwich para recobrar su herencia, es decir, el conocimiento que alguna vez tuvieron Wilbur Whateley, su abuelo y su madre. Pero así como nadie sabía de este descendiente, tampoco se sabía acerca de la existencia de otros parientes... no necesariamente humanos. Y al fin sabemos qué fue de Lavinia, la madre de Wilbur Watheley.


No puedes llevártelo contigo (C.J. Henderson): Inquietante historia de detectives, con la tópica damisela en apuros y la organización criminal cuyos fines no están demasiado claros... Salvo que las cosas no siempre son lo que parecen. Explosiones, rituales, personas deformes que se deshacen al morir, y unas crípticas afirmaciones de los exteriores que nos hacen dudar respecto a quienes son realmente los enemigos de la humanidad.


La espera de Wilbur Whateley (Robert M. Price): Transcribo el prefacio del cuento: Imaginad que no solo ha continuado el legado de Wilbur Whateley, tal y como sucede en las historias anteriores, sino que también ha regresado el propio Wilbur. Imaginad que el destino le ha concedido una segunda oportunidad. E imaginad que su reaparición no tiene lugar en el mundo de Lovecraft de los años 20 y 30, sino en una época mucho más cercana a la nuestra. ¿Se puede pedir mejor introducción?

3/10/2009

Máquina del Tiempo propulsada por la energía de IAM


Me interrogaste sobre los motivos por los cuales estaba conectado al cadáver que reposaba en una de las losas de mi estancia para investigación. Te diré que es el resultado de descubrir porque algunas personas mueren de repentinos infartos agudos del miocardio.

Estaba enfrascado en un proceso repetitivo y agotador (transcribir un aburrido informe de trabajo), durante el cual transitaba del semisueño al duermevela una y otra vez, al inicio como era habitual me divertí bastante dejando que sucesos sicalípticos, cómicos o de graciosa levedad se articularán breves y jocundos mientras transcurrían las oscilaciones, pero gracias a las técnicas de control de respiración que practicaba me atreví a ir hacia esa zona ignota donde somos conscientes de estar dormidos pero ya no podemos regresar para avisarnos a nosotros mismos, y de manera inopinada en el borde de la conciencia note que existían desgarrones y hasta agujeros en la percepción temporal, observé que a través de los cuales se deslizaban sombrías criaturas provistas de extraños artilugios (después supe que eran extractores de los cuerpos teorizados por Ken Wilber).

Introduje una alerta para no pestañear más que unos pocos microsegundos por ocasión para tener ocasión de explorar el fenómeno y me dispuse amodorrado a continuar la que hasta ese momento había sido una plácida tarde veraniega…, sin embargo, la alerta funciono y me impidió deslizarme hacia terrenos oníricos y me desperté aterrado con las válvulas tricúspide y bicúspide desenfrenadas, el sistema circulatorio al galope y una sensación de angustia que se multiplicaba exponencial (la relacione con una próxima explosión de las paredes cardíacas) y para atajarla supe intuitivo introducir en simultánea, el ritmo respiratorio del tai chi (que ya era algo natural para mi en ese época) y las visiones curvíleas y globulares de las modelos de met-art (estaban escondidas en segundo plano en mi pantalla), me deslice por una y me aferre a la otra consiguiendo gracias a la sapiencia oriental y el fulgor erótico apagar la intentona de IAM, más no disolverla.

Se que por un período dilatado estuve inmóvil y a punto de diñarla en mi sillón, pero por fin remonté el segmento letal de catarata en que caía y regresé al curso central de mi corriente vital, el silencio reinaba y ningun@ de mis colegas parecía haber percibido nada; es más, semejaban estatuas orgánicas relajadas y estáticas, la enorme habitación parecía titilar recorrida por un temblor oscuro y expectante, que sólo desapareció cuando por fin respiré normal superando los conatos de asfixia que me sofocaban; entonces comprendí que el ritmo del músculo estriado del corazón está conectado al ritmo del tiempo de una manera que ningún otro órgano posee y que si provocamos esos ataques a sabiendas en alguien bajo condiciones controladas de laboratorio, podemos aprovechar ese instante en que se inmovilizan los demás seres vivientes y se conectan las dimensiones para viajar en el tiempo. Sobre todo cuando has conseguido hacerte aliado de las formas oscuras, gracias a que les regalas las existencias de tus sujetos experimentales.

¿Satisfecha?... musité, mientras le mientras apretaba las correas.

3/07/2009

LIBROS: Celuloide sangriento de David Roas

(El destacado crítico literario Elton Honores nos ha enviado esta fabulosa introducción a la obra de David Roas, autor español que estuvo de paso en Lima con ocasión del Primer Coloquio Nacional de Literatura Fantástica, en la cual fue ponente destacado. Elton Honores nos lo presenta en otra faceta, la de escritor, que esperamos pronto disfrutar)




Cine, humor y parodia en Celuloide sangriento (1996)
de David Roas*


Elton Honores

“- (...) Tú crees en Dios. ¿Verdad?
- Lo siento, hermano; soy un adorador de Satán
y he salido a buscar un cuerpo para el sacrificio del
Sabbat”.

Fontana, Celuloide Sangriento, (1 de agosto: 2)


Resulta extraño que un escritor fantástico como David Roas (Barcelona, 1965) haya estado de paso por Lima, el 2008. Más extraño aún resulta que el propio autor, durante su estancia, obsequie un viejo texto suyo en fotocopia para deleite de sus amigos, un ejercicio casi paródico como su novela de folletín Celuloide sangriento (1996) –en adelante CS– , novela que se publicó exitosamente en 23 entregas en el Diari de Sabadell, entre el 30 de julio y el 31 de agosto del mismo año. Las ilustraciones pertenecen a David Clusella.

La novela narra los crímenes que empiezan a suceder, inicialmente, todos los jueves en la apacible y tranquila ciudad de Sabadell. Se trata de crímenes específicos contra los amantes del llamado “cine arte”. En estos crímenes no hay agresiones sexuales o intentos de robo, además se suma el hecho de la ausencia de testigos. Frente a estos aparentes “misterios sin resolver” y la serie posterior de asesinatos, será el detective privado, de apellido Fontana (personaje casi simpsoniano, sentimental, lector de Bukowski, amante de la música, tanto del blues, como del jazz o de Sonic Youth, además de ateo y cínico), quien logre descubrir al autor del crimen y sus motivos.

Nos encontramos así, al parecer, con un “móvil” criminal posmoderno: el odio criminal de este asesino en serie a los “cinéfilos”, a los “snobs” del cine, a aquellos que adoptan poses intelectuales y terminan rindiendo culto a un cine críptico y a veces indescifrable o por momentos aburridísimo. De ello se desprende que el serial-killer de CS, es al parecer culto, pues sabe discernir entre el buen cine y el “cine snob” o de pose.


Vemos que CS se inserta dentro de dos tradiciones: el folletín, y la novela negra. Del folletín, es evidente la entrega interrumpida y discontinua del relato, el sensacionalismo con el que son narrados los crímenes en la propia novela y por la prensa de Sabadell, la intriga y el misterio de los asesinatos, y la presencia de la violencia ¿justificada? del asesino, frente a los amantes del “cine arte”. De la novela negra destacan el lenguaje callejero, la violencia policial implícita, la transgresión de los límites morales de los personajes, y el componente político no está del todo ausente: al alcalde Farrés le interesa resolver los crímenes sobre todo por la reelección que está próxima, ya que “un alcalde que se preocupa por la seguridad de sus conciudadanos es un ganador seguro” (30de julio: 2). A ello se agrega el episodio de Madrid que recuerda Fontana: el político homosexual, que acaba con su impecable carrera como detective madrileño, y terminará por recluir al personaje en Sabadell, el tiempo presente de la novela.

CS esta narrada por el propio Fontana, lo que nos permite entrar en su mundo psicológico y conocer también su postura frente al propio cine. Sobre las dos primeras víctimas, Fontana señala:

Amelia había ido a ver Le rayón vert, de Eric Rohmer, y Pedro, Azul de Kieslovski (o como leches se llame). ¡Vaya bazofia! Debo reconocer que no soy muy amigo de filmotecas y cine-clubs. Nombres como Tarkovsky, Godard o Zhiang Yimou hacen que se me nuble la vista y empiece a sudar, y me obligan a ir corriendo al vídeo y poner algo de Billy Wilder para recuperarme (30 de julio: 2).

Evidentemente, observamos que el personaje de Fontana tiene un amplio conocimiento cinéfilo, pero también una postura particular frente al cine-arte. Ello lo convierte en un personaje paródico y a su vez exige la competencia de un lector implícito que conozca los referentes señalados para comprender la ironía y el juego humorístico intelectual (o quizás hiperintelectual, según el lector) que se plantea mediante las citas.


En vista de que los crímenes se cometieron los jueves, Fontana decide ir al cine-club de Sabadell, señalando:

No pude haber escogido pero día: la película que proyectaban era una pequeña maravilla, según rezaba en el programa de mano, de las que filmó Godard: Alphaville. Jodeeeer. Faltaba media hora para que empezase aquel engendro (...) Cuando se hizo la hora de entrada, me dirigí a mi butaca, sabiendo que no había forma de parar aquel suplicio. Me imaginé como un cordero camino de ser convertido en material de barbacoa (...) el público: una multitud de progres y demás fauna intelectualoide, tanto jovencitos como maduros, charlaban en una terrible algarabía, intercambiando todo tipo de frutos secos (...) Gentes a las que les costaría hacer una redacción de cincuenta palabras sobre sus vacaciones, hablaban sin pudor de los errores de cámara de Pulp fiction o de lo asquerosa que era El día de la bestia. Casi comprendí al asesino que buscaba (31 de julio: 2)


A pesar de su asistencia , se comete un tercer crimen. Fontana reflexiona: “Con este tercer fiambre ya no me parecía tan descabellada la idea de un cazador de adictos al cine-paliza; una especie de justiciero que harto de las atrocidades que se estaba cometiendo con el séptimo arte, eliminaba a todos aquellos que la apoyaban” (31 de julio: 2). Fontana considera así, seriamente la posibilidad de esta explicación a los asesinatos.

El comisario Ugarte, otro de los personajes, logra capturar a un sospechoso, al cual, luego de torturarlo para que confiese sus supuestos crímenes (pues se trata de un inocente), se reúne con Fontana, quien se muestra incrédulo por la facilidad de la captura, a lo que Ugarte le responde:


Mire, Fontana, ya sé que usted es muy bueno y todo eso. Pero no olvide que esto no es una novelita de detectives en la que los policías somos unos memos y los investigadores unos tipos inteligentísimos, que se tiran a todas las tías buenas y que resuelven los casos casi sin despeinarse (3 de agosto: 2)

Evidentemente, hay aquí un guiño intertextual con la novela policial clásica, que reafirma el tono paródico de CS, pues se plantea el estereotipo del investigador.

Luego de la captura del supuesto serial-killer, Sabadell parece volver a la normalidad, por ello se organiza una velada especial en el cine-club. El narrador señala que

Esa noche iban a proyectar dos peliculones (a precio de entrada normal: Pauline a la plage, de mi amado Rohmer, y Werther, de Pilar Miró. No sé si me equivoco pero creo que esta última era utilizada por la KGB en sus interrogatorios. Los pedantorros iban a chuparse los dedos (6 de agosto: 2)
Previsiblemente, vuelve a cometerse otro crimen, esta vez al dueño del cine-club de Sabadell. Hasta el lugar llega Fontana a investigar. Allí un forense, amigo de Fontana realiza el trabajo. La escena es típica del humor negro y muy visual:
- No sabía que te gustaba la música chorra –le dije con tono burlón.
- ¡Coño! ¡Fontana! –se levantó de golpe, soltando la cabeza del muerto, que fue a chocar sonoramente en la taza del water (...) (7 de agosto: 2).
Tras la muerte de este “promotor cultural”, refiere Fontana que los diarios de Sabadell señalaban en homenaje al asesinado, que “Gracias a él, los cinéfilos de la ciudad habían podido ver, entre otras cosas, toda la obra de Rohmer y de Tarkovski, el Buñuel mexicano, el Milarepa de Liliana Cavan, Fassbinder... una lista que debo interrumpir aquí porque estoy empezando a marearme” (10 de agosto: 2).
Luego de manifestaciones públicas por el buen cine (escena absurda o inverosímilmente exquisita), el narrador implícito se toma la molestia de parodiar ¿inconscientemente? una imagen clásica de El Acorazado Potemkim: “La gente iba de un lado a otro como zombies. En mi carrera, no pude evitar chocar con una abuela, que, después de una extraña pirueta, fue a caer sobre un cochecito de niño, ante el gesto horrorizado de sus padres” (13 de agosto: 2).
Una nueva pista surge: un crítico de cine, de nombre Víctor Palomar, que desde el propio Diari de Sabadell había rechazado el llamado cine-arte. Señala Fontana que

(...) sus críticas eran verdaderamente incendiarias. Empezaba a caerme bien aquel tipo. En sus artículos despotricaba contra la mayor parte del cine europeo y asiático, a los que consideraba ‘adecuados para frenopáticos y demás casas de placer’ (27 de marzo de 1990), tratando a los adictos a aquellas películas de ‘pseudopedantes mongoloides aquejados de un mal gusto innato para el séptimo arte’ (17 de diciembre de 1995, su última crónica cinematográfica).
A éste se suma las cartas que le enviaba María Picos Vega, respaldando fanáticamente sus opiniones, criticando abiertamente el cine-club de Sabadell

(...) por proyectar películas infumables (según sus propias palabras), mientras se marginaba de las pantallas sabadellenses la obra de algunos de los mejores directores norteamericanos de la actualidad, entre los que citaba, demostrando un excelente gusto cinematográfico, a Jim Jarmush, Alex Cox y Abel Ferrara (21 de agosto: 2).
Esta pista es clave pues permitirá a Fontana y a un grupo de amigos suyos establecer a dos posibles autores y capturar al verdadero asesino. El plan consiste en que un par de ellos vigilarán el cine por fuera y otros dos asisten al espectáculo, que Fontana califica como una auténtica canallada pues exhiben El año pasado en Mareinbad. El asesino, lógicamente, iría luego tras la pista de uno de los asistentes para asesinarles. Mientras tanto Fontana señala que se siente “como Richard Dreyfus en Tiburón” (29 de agosto: 2).

Finalmente lograrán capturar al asesino, que no es sino María Picos Vega, a la que hacen confesar sus crímenes, en una escena visualmente similar a la de Alex en La Naranja mecánica de Kubrick:

El primer paso fue atarla bien fuerte al respaldo de la silla en que estaba sentada. Después la amordazamos y la colocamos frente al televisor. Conecté el vídeo metí una cinta. En la pantalla del televisor apareció el título de aquella atrocidad: Gritos y susurros, del amigo Bergman. Un minuto después, María Picos se debatía desesperadamente en su silla, mientras lanzaba gemidos ahogados. Nos fuimos turnando para mantenerla despierta (30 de agosto: 2)
Luego de una muy verosímil narración de María Picos y hasta comprensible, tenemos que CS es una novela hecha de intertextos, de citas culturales cinematográficas, de humor negro y de parodia.

El final de la novela mantiene este nivel de parodia y de humor, pues luego de resolver el caso, Fontana acude al cine-club de Sabadell para cerciorarse de que todo anda bien, pero luego comprende que ha sido un error, cuando ve el título de la película en exhibición: Conte d’ hiver de Rohmer. A ello se agrega que como “premio”, Fontana reciba entrada libre –de por vida– a todas las sesiones, concluyendo el personaje: “Y pude comprobar que no era tan malo como yo esperaba. Tan solo tuve que salir dos veces a vomitar” (31 de agosto: 2).

CS se construye como un juego intertextual, que parodia un género popular como la novela negra. La inclusión de referentes cinematográficos hace atractiva su lectura, y el humor negro de CS, permite moverse al lector, en un mundo posible –que no es fantástico– con una mayor dosis de saludable cinismo.


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* David Roas (Barcelona, 1965) es Doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona, además de ser especialista en literatura fantástica. En el ensayo, ha publicado: Teorías de lo fantástico (2001), Hoffmann en España (2002), De la maravilla al horror: los orígenes de lo fantástico en la cultura española (1750-1860) (2006), y la antología de cuentos fantásticos españoles del siglo XX: La realidad oculta (2008), realizada en colaboración con Ana Casas. En ficción, ha publicado, el libro de microrrelatos Los dichos de un necio (1996), la parodia de novela negra Celuloide sangriento (1996), el volumen de cuentos Horrores cotidianos (2007), y el libro de crónicas humorísticas Meditaciones de un arponero (2008). Algunas de sus narraciones han sido antologadas en Ciempiés. Los microrrelatos de Quimera (2005) y Mutantes. Narrativa española de última generación (2007).

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