3/26/2010

LIBROS: Garras y Colmillos


Garras y Colmillos
de Jo Walton

Por Luís Antonio Bolaños de la Cruz



Siempre... o casi, nos hablaban de los dragones, como ocurre con otras criaturas imaginarias, desde el punto de vista humano, y ese es el sorprendente y jugoso giro que acomete Jo Walton, es la mirada desde los dragones la que nos acompañara en nuestro periplo, la que cuenta, analiza con herramientas precisas la vida cotidiana, sintetiza las contradicciones y choques de intereses, pormenoriza las especificidades de cada evento, creando gracias a ese enfoque mutiple pero invisible, una sociedad muy coherente, espléndida en sus detalles, la cual motoriza con amoroso empeño, logrando que funcione con eficacia y sentido -a pesar de que podría parecernos incongruente-, expandiéndola cada vez que aborda otro aspecto o nivel, complejizándola sin ambages, incluyendo porciones nutritivas de datos, pero nunca en aluviones, para que las asimilemos bocado a bocado, tal como se devoran los dragones cuando los alcanza la entropía final.

Y es que devienen en tan multifacéticas y densas sus ramificaciones que he creado un neologismo para denominarlos: “dragonajes”, el cual quiere condensar las sombras inmensas que despliegan, los fabulosos y pesados corpachones que ostentan, los sentimientos en ocasiones devastadores, en otras ridículos, y con frecuencia ecuánimes que los habitan (también las dentaduras y garras que los peculiarizan), en esa presencia fìsica pesada y volátil, sólida y etérea a la vez que es su fuerza pero también su debilidad (los yargos, equivalentes a los humanos, los han derrotado y arrinconado en las zonas altas del continente gracias a las armas de fuego).

Kirill Yeshov ya lo intentó, desmitificando orcos y elfos en su sorprendente y excelente novela: “El Ûltimo Anillo”; aunque el efecto es similar, donde Yeshov era racional y terminaba desmontando e historiando el andamiaje de la Tierra Media hasta reducirlo a astillas y períodos, Jo se compromete por el costado de la emoción y prefiere dejar las aristas de la explicación inacabadas y es en esa relación cálida y en simultánea ambivalente que establece con sus dragonajes donde reside un porcentaje apreciable de su encanto, incitándonos a participar en su modelamiento ya sea para quererlos o despreciarlos, entonces comprendemos porque más allá de una supuesta sencillez de planteamientos y linealidad de acción le hayan otorgado el Premio Mundial de Fantasía 2005, sobreviene su obra en una especie de mansión mucho más grande en sus ecos e intimidades que las salas y pasillos observables desde la puerta de ingreso, y quizás por tales motivos empuja a refocilarse en las peripecias de parte del lector -y es que nos amañamos con un horizonte de acontecimientos tan agradables aunque dispares que al acercarnos al final del hilo del discurso, nos parece abrupto el capítulo de cierre y por un instante no le disculpamos que se termine y ese conato de cólera, que es muy probable que se encuentre en los impactos que desea la autora, le otorga el calificativo de imperecedera.

Es graciosa por la articulación de su rosario de anécdotas, divertida por la manera como se interpelan los protagonistas y se repotencian entre si las situaciones, amena por el modo como reconstruye las interacciones entre los dragonajes, que surgen entrelazadas cual comedia de equivocaciones (a momentos se siente el ritmo acelerado y alocado de una screwball clásica), farsesca y con diálogos raudos a pesar de su aparente formalidad y prolijidad, combina veloces cambios de puntos de vista con gags e intrigas diminutas (casi manicuradas), opiniones contrastantes y deslizamientos metonímicos, girando siempre en torno a los temas del matrimonio, el cortejo y las tonterías propias de esos avatares, la reproducción de la especie y la producción de objetos materiales, la religión y sus accesorios, los graves entuertos y los secretos confesados, el consumo de la carne sagrada de los familiares fallecidos y la distribución de sus cadáveres (al metabolizarla crecen desmesurados), el sistema judicial -tanto en la demanda planteada por derecho de consumo como en las neotendencias referidas al derecho de propiedad de las dragonas y la parafernalia originada (de allí que en determinados momentos uno rememore la almidonada época victoriana, enlazada a los comentarios sobre Trollope del prólogo y a su novela “Los Diamantes de Eustace”)-, la corrupción pública, la prepotencia de los poderosos; en fin, suficiente bagaje como para identificarnos pero con talento para ofrecer contenidos originales y estimulantes que la apartan de lo ordinario (más allá de su ropaje semejante a lo convencional) y permiten clasificarla como excepcional.

Asimismo, vibrante y dinámica, porque cuando creemos que va detenerse por un momento a respirar y reflexionar por haber culminado la línea de desarrollo en un momento sublime, peligroso o acuciante, vuelve a desplegarse ante nosotros con nuevas andanzas para arrastrarnos en flujo continuo hacia una tibia matriz diseñada con cariño, preñada de conceptos novedosos, impregnada de humor y ganas de comunicar y plagada de aforismos (por ejemplo: “sabían que no es la elegancia lo que hace agradable una reunión, sino el temperamento de los reunidos”), con una rica galería de dragonajes, que adquiere cada vez mayor presencia a medidad que avanzan los capìtulos y se van incorporando otros nuevos (un punto más a favor). Mediante una deliciosa apertura hacia los procesos sociales, mecanismos de interexperiencia, artilugios y estratagemas conductuales, va armando un escenario -que no por funcionar distinto, difiere en lo esencial del nuestro-, excitante y fresco que profundiza en cada aspecto o pincelada y en esa espiral ascendente termina por envolver nuestra atención.

Me imagino a Jo contenta en su accionar literario, recompensando o castigando según sus justas apetencias “políticamente correctas” (todo sucede como debe ser para lección de los arteros y moraleja para el vulgo), y feliz por pergeñar una novela de múltiples enamoramientos, pedidas de zarpa, enfermedades fulminantes, desencuentros resueltos con brillantez, paseos con dragoncitos extraviados, confusiones por doquier, etc., (una obra que por su aparataje no desmerecería insertada en el teatro isabelino) que es asimismo una incursión sobre el terreno de la justicia que brota en nuestra mente mediante adagios motivados por la lectura como: “debe comer más quien es más débil o tiene menor acceso a recursos”, “nadie por más siervo que sea debe llevar las alas atadas, el aire es para todos”, “servidumbre y sometimiento femenino deben ser rechazados, escarnecidos y abolidos”, pero nunca plasmados con tanta pasión que genere repudio.

Y es que podremos discrepar de ciertas costumbres de los dragones que llevan hasta la exacerbación las relaciones de clase que impone la burguesía y las jerarquías que yacen en la estructura de la familia, pero no podemos sustraernos al encanto de esa extraña sociedad donde los edificios son cuevas, se duerme echado sobre oro, se fomenta el canibalismo (por más ritual que se nos muestre), donde la arquitectura pétrea de sus comedores considera los canales de drenaje para la sangre, la cosmetología implica bruñido de escamas y acicalamiento de alas, la gastronomía brilla por su ausencia ya que los alimentos se engullen crudos, las doncellas son tan pudibundas que con sólo acercárseles un macho empiezan a ovular y se rubefaccionan obligando a la ceremonia correspondiente, en fin que resulta tan rica y coherente como fascinante.

Recuerdo que la conocí una ya lejana tarde de finales de siglo, cuando armábamos el tercer número de Agujero Negro, nuestro fanzine en papel (que nunca alcanzó a salir) y con Isaac Robles nos jaraneabamos traduciendo su relato “Al fondo del jardín” (gracias a la infatigable labor de Sadrac pudimos compartirla con otros aficionados) y pensé: “Esta autora dará que hablar” y es que desde el inicio sus tramas inteligentes preñadas de sensibilidad y su talento para aludir a varias dimensiones cuando parece observar sólo una ya eran notorias. Agradezco a Daniel Mejía que me la recomendó para arrancarme de mi tendencia a refugiarme en la Hard SF, consejo que a su vez retransmito, les auguro que gozarán como dragones, así que a elegirla en caso de compra o pedirla prestada a quien os tenga confianza

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3/22/2010

CREEPY 00

Por Luís Antonio Bolaños de la Cruz

Creepy fue una revista impactante, surgió en una España madura, que se sacudía de décadas de dictadura franquista y que podía permitirse explorar lo terrorífico sin ambages, con abundantes referencias a sexo y violencia en sus diferentes variantes; para quienes deseen aproximarse a su renovador periplo recomiendo revisar: http://es.wikipedia.org/wiki/Creepy; y paso a detallar el contenido del Nª 00:

Carátula de Sanjulián que rindiendo homenaje al personaje introductor de los relatos, creado por Frank Frazetta, enfatiza lo horrible, destemplado y artero de su aspecto, pero que en un rincón de su mirada guarda aquel gramo de empatía requerido para atraernos y engancharnos para ser en cierta medida cómplices de los horrores que procederán a desgranarnos cual doble cosecha: macabra (por los compromisos que establece) y estremecedora (por lo fértil de sus propuestas), aunque no es necesario que vayan a partes iguales. En el pergeñado por Frazetta los editores españoles apuntan en sus globos una “declaración de principios”, acertada mixtura de marketing y enjundia.




Bocado más sabroso, el: Cary Bates (Guión) y Russ Heath (Dibujo)
Nos introduce a un tema: el impulso de la aventura y como se tuerce ante la adversidad, que la “Balsa de la Medusa” de Gericault expuso, Jack London detalló en algunos de sus relatos sobre canibalismo, Carlos Giménez graficó en “Los Verdugos” (siguiéndole los pasos a uno de esos relatos) del albúm “Érase una vez en el futuro”, y el film “Sobreviven” recreó mediante la desgracia del equipo uruguayo de rugby cuando su avión se estrella en los Andes, demostrando que diversos soportes han tocado de diversas maneras: el accidente (el azar), el hambre (la naturaleza que retorna por sus fueros) y las alucinaciones (que justificarán un deslizarse hacia la antropofagia), no obstante con una excelente vuelta de tuerca en las postreras viñetas se rescata la ética y el amor mediante la pantalla de TV, donde contrasta la belleza rutilante de la sobreviente y la alegría de su marido con la aparente tragedia esperada, para plasmar un remate de perfil sorprendente, pero sublime.

Las viñetas poseen la solvencia y expresividad propias de Russ, tintas refinadas e insinuantes que tienden a la densificación elocuente de los acontecimientos, difuminados sembrados de sugerencias y contrastes que enfatizan la acción de los personajes con un trazo contundente y despojado de sensiblerías.


Vida nocturna: Bob Toomey (G) y Rafael Auraleón (D)
Discoteca neoyorkina, parejas entrando al éxtasis… (por la danza, la droga o el sexo) y una extraña visitante, persistente y arrugada, con aroma a pactos diabólicos y acuerdos firmados con hemoglobina, también una historia de amor que sucede por lo menos en su génesis en la Plaza Clichy de París, y de traiciones a lo que cada cual es, como humano o inhumano y una culminación galopante, donde el palpitar de la vida que se apaga se impone al recuerdo y la añoranza ejecutando -acción de excelente performance-, un cierre con sarcasmo.

El dibujo de Auraleón recoge los detalles tétricos y expone el escenario de sus consecuencias lúgubres, apunta preciso los movimientos del elenco y potencia con la tinta china el horror que yace tras las peripecias, constituyendo un adecuado complemento a la historia.


Amor primate: Cary Bates (G) y José Ortiz (D)
Va de fórmulas químicas que provocan el celo a disfraces con cámaras ocultas, investigaciones antropológicas y hembras de sasquatch, pero sobre todo de amores erróneos, pero no por ello menos intensos y apasionados, además nutridos por la comedia de equivocaciones que se enlaza sápida al trepidante colofón, nos señala que el deseo no es igual al resultado, con frecuencia retorcido por obra del azar; la ironía devastadora y la calamidad que planea cual vultúrida sobre los acontecimientos relatados provocan un proceso que termina por aterrizar de lleno sobre nuestro intelecto y empezar a devorarlo cual cadáver adobado.

Cuando observamos las páginas que lo componen comprendemos porque Ortiz alcanzó fama y cotas increibles en “Hombre”, aquí ya está contenido en germén su despliegue posterior: el encuadre abarcador, el paisaje recogido con destreza, la plumilla que desgarra para enfatizar, la expresividad de los rostros, la tinta que se agarra de las sombras para relanzarnos con las hermosas composiciones y la elegante exactitud de sus planchas, el tremendo significado que adquieren las imágenes.


Amor del Cojo Lem, el: Richard Corben (G y D)
La ingenuidad que anida en la fealdad y la maldad que se oculta en el primor, la bella y el bestia en el centro del encuadre (además casados y viviendo sin consumar el acto sexual), ejemplifican el candor simplón y la malicia rellena de estulticia, y entonces la infidelidad flagrante y el asesinato como supuesta medida correcta para equilibrar la balanza (¿cuándo un asesinato es correcto?) suceden; no importa la reiteración, porque en cada ocasión se usará un instrumento diferente: machete, hacha, escopeta, cuchillo; insertos en medio de un ecosistema peligroso que brinda mil y una oportunidades para la destrucción y la germinación (la Cuenca Atchafalaya en la desembocadura actual del Mississippi compartida con Swamp Thing) no es de extrañar que desaparezcan personas, coartada eficaz para evitar la sospecha. Tras la orgía de sangre, una chispa de comprensión y quizás el cansancio de victimar, empuja a la exigencia de usar las prerrogativas matrimoniales y al enfrentamiento, donde la ricura le niega al deforme el acceso al placer. Extender la muerte deviene natural… solo que tras varios días de cocinarse en su propio jugo decide cometer necrofilia, y entonces lo que encuentra yaciendo en el jergón y su entorno superará cualquier expectativa y como advierte el narrador aún se escucha el rechinar de sus muelles en el pantano.

Corben con su peculiar e inimitable estilo, crea de inmediato un mundo sobrecogedor -aunque reconocible para quienes hemos visitado su obra-, donde acaecerán las terribles peripecias de los protagonistas enriquecidas por el valor agregado de la astucia con que articula sus secuencias y los recursos que acumula para su puesta en viñeta, sostenido en su característica tridimensionalidad rotunda y voluptuosa, labrada mediante sus anatomías de cincelada excelencia y condimentadas por trazos expresivos y caricaturescos, por sus escorzos en apariencia impracticables y por sus volúmenes evocadores y hasta sensuales.








Hermanas: Bill DuBay (G) y Alex Niño (D)
Con extraordinario pulso narrativo nos ofrece una entrecortada pesadilla de döppelganger alienígenas (donde los humanos podemos serlo también) desplegada en secuencias simultáneas por mundos palalelos, y concatenada de manera tal que se puede leer como una sola alucinación..., a no ser por la doble desgracia que estalla, y que deja un sabor a triste quebranto perdurable en la mente, quizás lo único objetable es la matemática similitud entre decorados, pero que se disculpa porque es el propio formato quien permite contrastar y avanzar al relato.


Los dibujos del filipino Alex Niño contribuyen por su viveza y claridad y su capacidad para pescar lo esencial -sin olvidar lo complementario- a la fluidez de la historia, soberbio entintador (es probable que por eso se prodigue en el blanco y negro de los comics de horror), experimentador y vanguardista, gracias a su capacidad imaginativa y fértil sentido de diseño nos entrega un marco adecuado para que nos sintamos estremecidos.

Maldición, la: Archie Goodwin (G) y Neal Adams (D)
Neal devolvió a Batman su aura oscura y su digno empaque de cruzado merced a su capacidad para incorporar en un recuadro clásico y realista, el tenebrismo estético, las rupturas rítmicas y la visualización prospectiva necesarios para oscurecer al personaje; en este caso de los dibujos iniciales renacentistas que captan la lobreguez de las ergástulas y lo ominosa presencia de los aparatos de tortura se pasa a una planificación mucha más clara cuando salta a la actualidad sesentera, entonces el tratamiento de los contornos, la planificación de página, las diagonales de cruce, y el detalle de los rostros van abriendo rutas y luego prestan potencia al desenlace y su indudable encanto a la condenación, de la cual nadie puede escaparse.

Colofón clásico, con vampiros que maldicen las generaciones venideras y una encarnación de la venganza exteriorizada en algunos usos y costumbres e incluso actitudes de la población contra dichos descendientes maldecidos, pero a medida que los derechos individuales se afirman y la democracia va imperando esos sentimientos se revelan cada vez más tumultuosos y con albedrío; será en uno de esos momentos de pura gloria elocuente cuando se conocen los amantes del relato, el inglés lógico y racional, la italiana intuitiva y algo supersticiosa, así que a la duda inicial de la relación amorosa le suceden la resolución de la emoción y su afirmación frente al altar. En apariencia imperturbable, la lógica que empapa al inglés le jugará sin embargo una mala pasada cuando deba enfrentar el colapso y la inmovilidad de su amada, una probable catalepsia que defenderá incapaz de separarse de su cuerpo, luego se precipitan los acontecimientos cerrándose con una doble vuelta de tuerca que con pulso aterrador nos ofrece un final que no podíamos imaginar.


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3/18/2010

FANTASY IN MUSIC (VII) - WOLF AND RAVEN - Sonata Arctica


Sonata Arctica es una connotada banda finlandesa de Power Metal, que, desde la publicación de su primer album, Ecliptica en 1999, ha ido evolucionando y agregando nuevos elementos con influencias progresivas y sinfónicas. Cuentan en la actualidad con seis placas de estudio y otras dos en vivo.

La canción de este post forma parte del segundo album de la banda, Silence, y podríamos decir que narra una historia de fantasmas.

Disfruten.


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LIBROS: Ypsilon Minus



La carátula de Eddie Jones, con la característica ondulación que Scévola le imprimía a su diseño para la colección Nova de Bruguera por allá en los 70', aunque atractiva (un eclipse monitoreado por una nave esférica sembrada de artilugios y antenas) no se correlaciona con ninguno de los episodios narrados en la obra.

La presentación de Carlo Frabetti “Entre el 68 y el 84” prueba a jugar con la magia de los números pertenecientes a fechas claves para la ideología de izquierdas, e incidental transmitirnos algo trascendente... y lo logra, al afirmar que colisionan en la “pesadilla tecnológica” descrita el espíritu anárquico pero genial del mayo francés con el mensaje antitotalitario de Orwell; se siente el influjo poderoso de las consignas de esa época (nunca podemos sustraernos al ahora) pero siempre aposentadas sobre la convicción honesta del introductor.

Al inicio no me ubique con claridad ante el nombre, pero tras culminar su lectura, desde la física llegaron en mi auxilio datos como: el mesón actúa cual portador de la fuerza que une protón y neutrón, y los fotones cual bosones que responden a interacciones físicas y lo traduje para mi fuero interno: “Ypsilon Minus” es “aquella fuerza mínima capaz de desencadenar un efecto asimétrico importante” o lo que es lo mismo: la chispa que incendia la pradera e inicia la revolución, coincidiendo con Frabetti.

Potente denuncia de la rígida y autoritaria sociedad de castas (más que de clases) forjada para supuesto beneficio de obreros, campesinas y otros sectores dedicados a las tareas de reproducción social, pero en realidad articulada de tal manera que minúsculos grupos (Nomenklatura y adláteres) gocen de aquello que escamotean al resto. Por el tema me recordó a “Nosotros” de Zamyatin y en cierta forma a “El maestro y Margarita” de Bulkákov, deviniendo en representativa de esa línea antiabsolutista de quienes padecieron o fueron testigos de las dictaduras del proletariado.

Seca y sobria en su intensa reflexión sobre los motivos y justificaciones de la ciencia y la tecnología exhala con frecuencia una tristeza que en ocasiones se desborda e impregna el hilo de la narración. Clara y hasta cruel en ciertas ocasiones, sin embargo lleva oculta en la intimidad del relato un manantial de compasión por el homo sapiens y esa sensibilidad la extrae de la recusación de las antiutopías negativas (orden y control) y la ubica en la ruta de aquellas proposiciones donde los seres humanos aún podemos alcanzar la libertad en forma concertada (lo cual de inmediato me llevó a pensar en las cuatro maneras de salvarse o condenarse que nos ofrece Lovelack en “Las edades de Gaia”).

Alterna la anécdota significativa (manchada por la poda incesante de lo subjetivo y personal, y el recorte permanente de la creatividad) con los fundamentos teóricos que justifican la opresiva organización social (es máximo el horror transmitido por sus frías, asépticas y precisas instrucciones), y mientras desgrana el triste panorama edificado se palpa tumultuosa bajo la superficie de las frases el pulso de la crítica sociológica y ambiental contra ese mundo polucionado (las máscaras de oxígeno, la lluvia ácida, el smog son compañía frecuente) y tan regulado, normado y penetrada por la sospecha ante cualquier gesto de naturalidad u opinión sincera, que hay momentos en que semeja un paraíso de robots, ya que sus habituales sesiones de ejercicios de relajación espiritual incluyen canciones que reiteran “No tenemos secretos entre nosotros, no tenemos nada que ocultarnos mutuamente” y hasta los coitos se consiguen a través de muñeca(o)s como las que hoy pregonan las webs y tiendas de sexo.

El contrapunteo entre el músculo de la acción individual y el andamiaje filosófico que se supone debe nutrirlo, genera un manantial de sarcasmo y de apotegmas que no por repulsivos dejan de ser impactantes: “El estado perfecto necesita también una historia perfecta” (me recordo la ausencia de las masas en la historiografía burguesa y la manipulación documental en la historiografía soviética, por ejemplo esas fotos donde a medida que quienes componen el grupo original se malquistan con Stalin, van desapareciendo borrados de las reproducciones permitidas al acceso pùblico). Asimismo, el cruel escamoteo del significado de las palabras, la elaboración sucinta y laboriosa de una realidad ficticia donde se marcha de maravilla sino observamos el detalle y nos mantenemos dentro de los parámetros (rememoro a Stanislaw Lem y su Congreso de futurología).

No obstante, el esquema que conjetura la implementación del modelo y que desnuda página tras página su esencia estalinista, expresada en: adoctrinar, someter el pensar, disolver el sentir, ya está perimido (como explicación y como plasmación concreta de voluntades políticas) tras el desplome del “socialismo realmente existente”, claro que se sigue intentando cristalizarlo con diferentes justificaciones y métodos, mediante oscuros e inesperados herederos (republicanos en USA o fundamentalistas islámicos en Medio Oriente) que parecen coincidir en que el problema fundamental a solucionar es el biológico-antropológico, por otro nombre: la vida independiente del capital o de la religión.

La pregunta clave apuntaría a: ¿Si se vive en el mejor de los mundos, en el estado perfecto, y la sociedad ha alcanzado la felicidad (como se afanan en difundir y repetir hasta la saciedad, altavoces, programas noticiosos, supervisores de células, carteles, murales de los bloques de vivienda o trabajo) ... para que es necesario el control?. Para expandirla, no, por que llegó a todo(a)s, para intensificarla, no por que ya la viven a plenitud, y entonces se instala ante el interrogante la más profunda desilusión. Convendría revisar con detenimiento el impagable “Catálogo de la evaluación de los puntos de calificaciones psicológicas individuales” que demuestra hasta que profundo nivel puede llegar el lavado de cerebro y programarse una persona para que cumpla con los requisitos y normas de un gulag sonriente, declamando poemas a la libertad y negando cualquier dato contradictorio con que se enfrente.

Pero Franke apuesta por la liberación y es por eso que de la cooptación por el grupo de poder salta hacia la marionetización primero y la detención luego, para extinguir una actividad considerada subversiva, además tiende puentes hacia otras obras pretéritas o futuras, así el descenso a los tùneles y subterráneos de mantenimiento que realiza el protagonista en su investigación para saber cual es su yo auténtico (el que brota en sus sueños provocados por narcóticos prohibidos o el que le han preparado e inculcado a través de tablas y reglas y practicado mediante convencionalismos y conformismo) posee un triple papel: conectarse con quienes se encuentran aún más bajos en la escala (semejanza con los morlocks de “La máquina del tiemopo” de HG Wells), señalar la solidaridad de clase (sentimiento hoy extraviado y que con nitidez ilumina algunos capítulos de “La Estación de la Calle Perdido”) y remarcar que las diferencias entre las castas conforman otra relación de clase (tal y como lo presenta Ira Levin en “Este día perfecto”).

También alude a los riesgos del totalitarismo, el verticalismo, el despotismo, para bordar una amarga antiutopía que señalaba con valentía y a contracorriente (recordemos que fue publicada en 1976 por Suhrkamp Verlag) en uno de los momentos de máximo esplendor del “SRE”, en aquel período donde quienes poseíamos un adarme de sensibilidad y un ápice de inteligencia militabamos en la izquierda, es igualmente una genuina estocada al papanatismo, un garrotazo al seguidismo; lastima leerlo tantos años después de traducido y publicado (casi de inmediato para esa década, ya que Bruguera la lanzó en 1978) y es que por esas tornas de la polìtica de las editoriales cuando no arriban importados a nuestras costas en su lanzamiento y podemos por fin adquirirlos y disfrutarlos (gracias al activo comercio de libros de segunda mano... o tercera... o enésima) en fecha muy ulterior, puede haberse diluido muchos años después el impacto abrumador que provocó en su debut.

Experto en estética cibernética y grafía de computadoras avizora lo que vendría y es así que podemos encontrar joyas que deberían rutilar en una novela actual que use el marco de la Teoría del Caos, para quienes lo deseen recomiendo las pàginas 111 a 113 y para aquellos que no tengan acceso al texto cito in extenso tres fragmentos:

  1. “Una vez que éste (el sistema ecológico del ambiente) haya alcanzado un grado de organización superior, las influencias del azar tienen siempre una tendencia destructiva. Por tanto en un estado social perfecto toda modificación inducida por el azar tiene que expresarse necesariamente en una reducción de la funcionalidad.”

  2. “En un mundo controlado por los hombres no hay lugar para el azar. Nuestra tarea es excluirlo. Nuestro mundo debe ser controlado por entero y dirigido en todas sus aspectos. Las influencias del azar en el ámbito de la técnica llevan a accidentes, la espontaneidad en el ámbito social conlleva perturbaciones”

  3. “Una vez superada la fase transitoria, el azar destructivo se elimina por completo de la estructura de acción del Estado Social. Así, con un corte total entre el micro y el macrocosmos se logra un estado de orden perfecto”


Podemos comprobar que la argumentación se apoya en la lógica maligna del paradigma newtoniano-cartesiano expandida hasta su postrera y perversa plasmación. Entre el flujo de vivencias del protagonista y su coro de pares (o de controladores) se filtran deliciosas disquisiciones sobre informática y sus proyecciones, las mismas que a más de seis lustros mantienen vigencia en muchos de sus puntos sean críticos o prospectivos, por ejemplo el siguiente párrafo: “Por lo tanto, la computadora juega un papel primordial en el sistema hombre/técnica: asume las funciones de anteriores gobiernos humanos, cumpliéndolas de modo ideal, sin las imperfecciones de aquellos. Es el instrumento perfecto de gobierno -desinteresado, inagotable, incansable- al servicio del hombre”.

Se adhiere al marco triple del universo constituido por energía, materia e información cuando dice: “La información era un medio mucho más eficaz para modificar al mundo que las herramientas o las armas...” y se vincula por doble enlace al efecto liberador que traen consigo la aplicación de la ciencia y la tecnología y a los derechos de los pueblos, cuando la rebelión anhelada por los opositores al régimen y perseguida por las unidades represoras, queda sistematizada en una tabla de guarismos aleatorios que al introducirlo en la red (gusano o virus), desencadena el desplome del sistema de control computarizado; ciencia y la tecnología aparecen definidos por la dictadura así: “son tareas características de una etapa de transición en la cual aún no se ha alcanzado el estado ideal ambicionado. El círculo de personas abocadas a tales tareas están fuera de la ley. Hay que reducirlas al mínimo posible. La comunicación entre este ámbito de labor y el mundo exterior está reducido al intercambio indispensable de datos técnicos”.

El supuesto nirvana donde moran la mayoría de las categorías clasificadas del andamiaje sociocultural de la sociedad descrita en Ypsilon Minus, sin siquiera enterarse, es un “Matrix”... pero presencial, donde los personajes actúan cual clones con anteojeras ejecutando las faenas programadas, y coagulada su capacidad para crear conocimiento, sólo serán capaces de renovar información para continuar funcionando. El abismo hacia el que se precipitan signado por la eugenesia, el control físico y genético elevado a límites íncreibles e intolerables, el escamoteo de las sensaciones y emociones, la confusión de la percepción, la demolición permanente de lo que hace digna la existencia, se convierte en un absurdo y nauseabundo delirio tecnocrático del cual no quisiéramos ser miembros. Es una pena su lectura tardía, pero no ha envejecido y raudo paso a recomendarla, asómense a la sima que describe que tras la rebelión propuesta les permitirá retornar renovados y con ganas de participar por lo “minus” en las campañas de Avaaz.

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