5/25/2009

LIBROS: La fiesta de la siega


La fiesta de la siega/Harvest home

Thomas Tryon (c) 1973
Grijalbo, 1975


En los años setenta, en el entonces Canal Cuatro (hoy América TV) de Perú, transmitieron una miniserie protagonizada por Bette Davis, miniserie que tenía un título por demás incitante: Pueblo embrujado. Bette Davis tenía el papel de la Viuda Fortune, quien aparecía de principio a fin dando órdenes y vigilándolo todo en el pueblo de marras. Si hubo una actriz destinada a dar vida a la Viuda Fortune, esa era Bette Davis.
Años después, gracias a la lectura casual del blog de Juan Carlos Planells, descubrí que aquella memorable miniserie estaba basada en una novela de terror de Thomas Tryon, y que existía una versión en castellano a cargo de Grijalbo. Y quiso la suerte que la consiguiese a la primera búsqueda en los puestos de libros usados del Jirón Camaná, en Lima.
La fiesta de la siega nos relata una historia casi arquetípica, la de los citadinos que deciden vivir en el campo y descubren lo que no deben, tras lo cual sufren un castigo. Es el esquema de muchas películas, como The hills have eyes, The wicker man y entre nosotros, Madeinusa, que pudo ser un gran thriller de no haberse perdido en evocaciones costumbristas. Pero Tryon se da maña para brindarnos la información en dosis muy bien medidas, de manera que el lector prácticamente vive las peripecias de los protagonistas, desde su primera y grata impresión en el pueblito campestre de Cornwall Woode (habitado por descendientes de colonos ingleses procedentes de Cornwall), cuya vida transcurre basada en los ciclos derivados del cultivo del maíz. El matrimonio Constantine, neoyorkinos abrumados por el stress de las grandes ciudades, con hija adolescente asmática y conflictiva, experimenta un renacimiento durante los primeros meses de su estadía en Cornwall Woode, ciudad que se presenta bucólica como ella sola. Comida natural, casa amplia y ventilada, electricidad, agua corriente, teléfono, buenos vecinos... y la generosa tutela de la Viuda Fortune, experta en remedios caseros y verdadera autoridad del pueblo, por encima incluso del alcalde y la policía.

Todo va muy bien. El marido, Ned Constantine, vuelve a pintar y su mujer habla de tener otro hijo en ese lugar maravilloso. Pero algunas cosas comienzan a inquietar a Ned. Primero, la constante referencia a un suicidio ocurrido hace mucho tiempo. Luego, la curiosa coincidencia entre este suceso y la realización de ciertas festividades costumbristas, aparentemente inofensivas, pero de un transfondo inquietante. Por que hay cosas que ningún hombre debe saber y ninguna mujer debe revelar.

Además, Ned Constantine llega a contactarse con algunos individuos que no están del todo felices de vivir en esa aparente arcadia que es Cornwall Woode. Está Worthy Pettinger, un muchacho que desea estudiar y no convertirse en campesino como sus antepasados, a quien no le agrada en lo más mínimo haber sido elegido como futuro Señor de la Cosecha, un cargo honorífico que implica su permanencia en el pueblo por más tiempo del que está dispuesto a soportar. Está el vagabundo Jack Stump, a quien se le ha prohibido deambular por una floresta cercana, y que será horriblemente mutilado por no respetar esa prohibición. Y por último, el inofensivo vecino ciego de Ned Constantine, un profesor de historia retirado que disfruta de versiones gramofónicas (recuerden que se trata de una novela de los setentas) de las novelas de Charles Dickens, que oculta más de un secreto.

En un angustiante crescendo que el lector comparte plenamente, Ned Constantine se integra cada vez más a la verdadera esencia de la vida del pueblo de Cornwall Woode, signada por un respeto reverencial hacia el maíz y su ciclo de crecimiento. Además, descubre que se encuentra próxima la realización de una festividad que sólo tiene lugar cada siete años: la fiesta de la siega, acontecimiento que moviliza a todo el pueblo, ya sea hombre, mujer, niño o anciano. Y pobre de aquel que no quiera aceptar su papel en esta festividad, o que se equivoque en el desempeño del rol que le corresponde. El inquisitivo temperamento de Ned Constantine lo lleva a hurgar en las memorias del pueblo, que no ha olvidado lo que ocurrió años atrás pero que lo interpreta de otra manera, interpretación que el protagonista no está dispuesto a aceptar. Sobre todo, por que al estar en posesión de ciertos conocimientos sobre la vida del pueblo, intuye que su vida y la de su familia corre un gran peligro, lo que lo forzará a actuar, aún a sabiendas de que tiene a todo el pueblo de Cornwall Woode, encabezado por la Viuda Fortune, en su contra.

No puedo dejar de lamentar el bajón que sufre la novela en el penúltimo capítulo debido al uso de un deus ex machina tan inverosímil y tirado de los pelos que nos hace pensar en un episodio de Scooby - Doo antes que en una novela de terror. Vamos, que por lo visto el autor no la tenía fácil para sacar a su héroe del apuro en que se hallaba, pero cuando uno piensa que ha podido darnos veintiocho capítulos llenos de suspenso sin fallar, pues este episodio nos hace pensar en las razones por las que La fiesta de la siega no se ha mantenido en las listas de las mejores novelas de terror no sobrenatural que suelen armarse de vez en cuando.
Empero, los dos capítulos finales compensan este traspiés, llegando a un clímax inolvidable en el que se revela -por fin- la espantosa realidad que subyace tras la aparentemente bucólica vida de Cornwall Woode. Nos hace pensar también en cuan diferentes podemos ser los hombres de las mujeres, y en los poderes que pueden ostentar las mismas... cosas que ningún hombre debe saber y ninguna mujer puede revelar.

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