2/24/2008

Reunión Coyllur 23/01

Extracto de la reunión del día 23/02 del grupo Coyllur donde se habla, esencialmente, de ciencia ficción:

2/23/2008

Libros: Kafka en la Orilla


Kafka en la Orilla
Colección Andanzas
Editorial Tusquets, 2006
584 pp.
© Haurki Murakami, 2002





Una primera cosa a notar acerca de esta novela es que (y tal cual parecen confirmar algunas lecturas de novelas reseñadas en este blog) al parecer, las buenas novelas de fantasía “seria” tienen algo así como una especie de receta, a saber: alguien hizo/dejó de hacer/conjuró algo en algún tiempo pasado, lo cual acarrea amargas consecuencias a las personas relacionadas directa o indirectamente con aquel suceso que tienen que vivir con ello y, en algunos extraños casos, enfrentarlo cada uno a su particular manera.

Kafka en la Orilla (Umibe no Kafuka) de Haruki Miurakami (Tokyo, 1949) es una novela de elaboración compleja, donde varios temas se enarbolan y combinan a lo largo de la trama en varios hilos argumentales que derivan, paulatina e inexorablemente, hacia una conclusión que no deja lugar a dudas y es que Murakami, a diferencia de otros autores de fantasía, no parece tener demasiado interés en sagas o secuelas directamente relacionadas (en esto quizás de acerca a otro autor ya reseñado por estos pagos, Jonathan Carroll)

El personaje acaso central de los enredos que se pergeñan en esta historia es Kafka Tamura, ofuscado y ensombrecido hijo de un escultor de renombre mundial, Kôichi Tamura, un oscuro personaje cuya muy particular visión artística se centra en la expresión de lo subconsciente como tema y en especial en las formas del laberinto como composición. Un interesante concepto que el autor usa como metáfora para el devenir de los personajes y que inicia con la voz de la conciencia de Kafka, el joven llamado cuervo (en el que el autor comete una licencia de traducción; ya que Kafka en checo se traduce como corneja, a diferencia del japonés karasu, cuervo) cuyas intervenciones desahogan el complejo mundo interior del personaje.

El contrapeso de Kafka en la trama es el anciano Satoru Nakata, quien de muy pequeño presenció un misterioso incidente que dejó graves secuelas sobre él volviéndolo esencialmente un idiota capaz sólo de hacer tareas repetitivas y hablar con los gatos y que, habiendo vivido una vida rutinaria y carente de brillo, es arrastrado por su propia habilidad (un trabajo de medio tiempo encontrando gatos perdidos) a la vorágine de otros destinos. En este caso, donde la experiencia de Kafka está llena de reflexiones y circunloquios, Nakata apenas se permite el lujo de la reflexión, lo suyo es el devenir constante de acciones y de hechos narrados desde una perspectiva de primer plano y que pese a ello, da lugar a lo fantástico.

Y sin embrago, pese a sus pocas apariciones en la trama, probablemente el primerísimo personaje de esta historia es la misteriosa señora Saeki, en quien se acumulan la pérdida, la soledad y sobre todo, una extraña pesadumbre que parece rodearla. De su vida apenas llegamos a saber que tras perder al hombre que amaba, despareció, para luego regresar y hacerse cargo de la Biblioteca Conmemorativa Kômura, los detalles de esta vida oculta, que permanecen sin revelar para el lector salvo por sutiles alusiones y especulaciones más o menos fundadas, resultan siendo la clave para todos los misterios que envuelven al resto de personajes, en especial la canción que compuso cuando más joven y que alcanzó un relativo éxito, pese a lo oscura de su letra y a lo simple de su composición y que da el título a esta novela.

El resto de personajes presentes en este singular drama tampoco está demasiado cerca de la difusa línea de la normalidad: Ôshima, el (la) dependiente de la biblioteca Kômura, quien combina una extraña serie de preferencias con una condición médica y un afán por el peligro (o, como dicen los goo goo dolls: cuando todo se siente como una película, si, sangras sólo para saber que estás vivo) poco común, el buen Hoshino, un vulgar camionero quien, extrañamente, se vuelve compañero de aventuras del malhadado Nakata, quizás para pagar, en medio de todo, su deuda kármica y Sakura, probablemente la más “normal” de este grupo, cuya vinculación a Kafka no es clara y ni siquiera se sugiere claramente, junto con otros que apenas hacen una aparición como Johnny Walken (casi como Johnny Walker, si saben a lo que me refiero) el Coronel Sanders (si, lo crean o no) y más extrañamente, una prostituta que sabe filosofía y que cita a Hegel durante su trabajo.

Y es como resultado de la interacción de estos personajes que emergen capa tras capa de significaciones, sentimientos y percepciones encontradas y acaso de un valor universal.

Primero, tenemos el afán infantil (o patológico) de evitar el cambio, de detener el paso del tiempo para evitar la tragedia de abandonar la felicidad ganada o la infelicidad obtenida, idea que es el motor de la historia, como el lector sabrá entender al acercarse a las últimas páginas. En segundo lugar tenemos el sino trágico impuesto por Kôichi Tamura sobre su hijo, a saber, el mismo del soberano tebano que aniquiló a la Esfinge empeorado en algún grado perceptible. Tercero, de la interacción entre estos dos, surge la vinculación entre las personas, es decir, que ningún destino es enteramente individual, así como ninguna decisión es enteramente propia, revelación que en tiempos de tan acendrado individualismo social, va un poco a contracorriente.

En cuarto y último lugar tenemos el contraste que existe entre la vivencia plena y la plana supervivencia, diferencia que se da cuando llegamos al punto a partir del cual dejamos de avanzar y nos negamos a experimentar, encontrando refugios, atalayas desde las cuales juzgar al mundo y sobre todo, a nuestras propias faltas, sin esperanza alguna de expiación o redención, ya que el sólo hecho de intentarlo implicaría dar un paso hacia lo aterradoramente desconocido. Y con ello, la principal de sus consecuencias: el vacío o la sensación de vacuidad que se extiende entre las personas (a las que no podemos conocer) y hacia dentro de nosotros mismos (cuando la verdad que profesamos no es más que una ficción mal montada porque la “verdadera” causa es sencillamente, insoportable y se prefiere al falsedad cómoda al conocimiento doloroso)

En conclusión, una novela compleja y sin embargo, de una lectura relativamente sencilla y fluida y que no es para los débiles de corazón, ya que muchos se pueden sentir identificados con las desventuras e inquietudes del joven Kafka.

Technorati tags: fantasía, Haruki, Murakami, Kafka

Revista 1984 - 01


Año que ya está lejano en la memoria, ingresaba Shakespeare a China, acompañado de Dickens y Aristóteles, los sandinistas lanzaban la ofensiva que culminaría en la caída de Somoza, en Lima las jornadas del 22 y 23 de Mayo (paro general) demostraban que la población estaba cansada del gobierno militar, y aunque el costo fue perder dirigencias sindicales completas se convirtió en el canto del cisne que marcó el puente de doble vía hacia la Constituyente , es también el secuestro de Aldo Moro por las brigadas Rojas ,la Tragedia de Jonestown, el enroque Vaticano, la muerte de Kurt Gödel y Giorgio De Chirico, pero asimismo el nacimiento de la primera bebé probeta, colindando con nuestra temática se estrenaban Coma, Capricornio One y Piraña, la Invasión de los ultracuerpos, el Amanecer de los muertos, Superman, los Niños del Brasil y el Señor de los Anillos, sólo para recordar y comprender en que contexto apareció 1984. Demasiado cercano el techo temporal decían algunos, pero Zona84, demostraría que tales predicciones fueron erróneas. Hubo CF para rato.

Alucinante portada de Corben, con su desmesura habitual y su gusto por lo bizarro, un astronauta alienígena traza una diagonal de fuego sobre los domos de una astronave donde se arraciman otros ET. La presentación se ampara en la dignidad de los precursores para advertir que más que profetizar se trata de extrapolar, realizar un ejercicio de prospectiva crítica, saciarse en las rugosidades de la realidad plenas en interpretaciones y abrevar en la condición humana del distraerse a tope para entregar una visión placentera y crítica, que se pueden ambas. Luego nos contaran las peripecias que transitó el proyecto antes de arribar a nuestras comictecas, la exposición de los incidentes que acaecieron en las reuniones de coordinación agregan valiosa información, gracias a la cual comprendemos la casi omnipresencia de Bill Dubai (director artístico de la Warren, aliada de Toutain Editores) en los guiones de este primer número (debía ser impulsado con fuerza) que desplegamos a continuación.

La última “Chispa de la vida” americana: guión de Bill Dubai; perfiles y rayas de José Ortiz.
Enfrenta dos personajes: un capitán anciano y no muy brillante y un minusválido casi paranoico en un antiguo carguero espacial con los compartimentos repletos con el postrer semen de la humanidad en el marco de una imposible guerra fría entre USA y URSS, que ha terminado con un gobierno de mujeres físicamente feas y deformes como consecuencia de las terribles armas químicas y radiactivas que se lanzaron en mutua embestida y dispuestas a cualquier acto para conquistar esa esperma, para su sorpresa encuentran en el viejo capitán alguien con quien podrán experimentar en directo, es el único varón que al exiliarse en el vacío interplanetario no estuvo expuesto a dichas armas y aún mantiene los cojones en su sitio; los eventos se salen de madre y galopan hacia un final que el dibujo funcional, con un entintado feroz de Ortiz potencia y expande, el mensaje impregnado de amargura y sin nota de esperanza, nos revuelca con una nota irónica que no por haberlo visto venir pierde su dureza.

Insectos: guión de Bill Dubai y dibujos de Joe Vaultz
Crónica de un “primer contacto” desafortunado y cruel, desde el inicio la comedia de equivocaciones esparce su aroma embaidor para desorientarnos, y al margen de que la nave se denomina Looney Tooney, la estólida candidez de los tripulantes terráqueos semejante a la actitud de las sectas que apuestan a que cualquier ET que tropecemos será mejor que nosotros, merecen el castigo que les cae… pero que condena a la humanidad a la extinción. Otro tipo de angustia, pero con una arista cítrica similar al anterior. El dibujo es práctico y directo, sin regodeos.

Una noche en el manicomio: guión al alimón de Wally Wood (que también esgrime el lápiz) y de Bill Dubai: Un prólogo prometedor, mezclando manipulación de la mente, violentos combates, virtualidad y reiteración, sensualidad (eso de las seis lenguas reconociéndole el cuerpo al paciente) y ritualidad no nos prepara para lo que devendrá: el enloquecido personaje dividido entre una semiconciencia y una terapia demasiado parecida a su vida de guionista de TV (una patada en los testículos de las producciones televisivas), enfermo y nauseado por los avatares que vive interminables en su sistema de conocimiento, asume la orientación clásica de las historias por el narradas, para tratar de retorcerlas y escapar en definitiva con la rubia que debe rescatar, pero echando por fin un polvo, que hasta ese momento del tratamiento, nunca culmina y cuya renovada postergación lo mantiene en permanente frustración. Aparentes inconvenientes técnicos parecen colocarlo tras la pista: es sólo una venganza japonesa por la derrota y las bombas de Hiroshima y Nagasaki, y se entrega al sueño dentro del sueño, suspendiendo sus subsistemas para ingresar a la entropía final, un excelente relato, una y otra me digo cuando me deleito con Wally Word: cuando daño provocan la intolerancia… y el macarthismo en particular. La demolición del perturbado por el “tubo psíquico” que le aplican para retornarlo a la normalidad corre paralela a la suya en la vida real.

Saga de Xotz y Xatz: Guinovart
Viñeta que combina la extinción de la civilización en el planeta, el arribo de investigadores ET y una vuelta de tuerca aplicada sobre el propio material de los comics: una confusión que a cualquier explorador le puede suceder. Tiene su gracia en trazos, ambientación y personajes. Cero y van… tres. Sin comparar pareciera que la tendencia de 1984 era insinuar que marchábamos al ocaso y probable desaparición.

Mundo Mutante: Richard Corben el grande se ocupa de la parte gráfica y Jan Strnad del texto. Una primera página de impacto, que anuncia lo que devendrá y asimila al escorpión de Wild Bunch (Sam Pecpinpah) con la rata irradiada. Las dudas existenciales sobre comer roedor podrido se disipan ante la presencia de un gordo caballo, y una guapa jovencita que reorientará su rumbo. La arquitectura de las ruinas y las tablillas indicadoras congelan el momento de la catástrofe a fines de la década del 60 y tiñen de encanto surrealista el escenario. La crueldad campea y un trío puede atraparte para devorarte y un huevo puede transformarse en una emboscada siguiendo las pautas de Alien, el octavo pasajero, segundo guiño que nos arroja Corben sobre la relación entre cine y comic. Un salvamento “in extremis” tiende con gracia el puente hacia el próximo episodio.

Al principio…: guión de Bill Dubai y dibujos de Alex Niño
Concierta viajes al pasado con micro miniaturización, oposición de las muchedumbres a la ciencia y primeros organismos vivos (espeluznantes) para espectar como ocurrió. La composición alternada de Alex es genial, podemos observar el desenlace de ambas extremos temporales, el del centro de control y el del artefacto temporal con sus tripulantes. Pero nos reserva la sorpresa final al estilo de Arthur Clarke: no sólo somos fruto de la contaminación por el atraque inesperado de una inescrupulosa pareja de alienígenas sino descendientes de su flora y fauna intestinal.

Diosa de la Galaxia, la: el guión pertenece a Nicola Cuti, las viñetas al inefable Esteban Maroto. El inicio suma al Far West, el circo Barnum y el cabaret, como es usual las mujeres de Maroto exhalan encanto y salero, además de apetecibles redondeces, aunque sean hologramas; no obstante, un minero de asteroide entre los asistentes no se deja engañar y agarra a la carne auténtica, así que no se desencadena ninguna orgía pero si una huída, y como era de esperarse un encuentro del fugado empresario del entretenimiento (una pega, el parche debería sustituirse por un ojo electrónico incrustado como ya fue solucionado por Carlos Giménez) con un diseñador de androides, quien fabrica al robot femenino perfecto (quizás demasiado sensible) capaz de soportar el asalto vehemente de una caterva de lujuriosos obreros, pero que acaba ante la adoración de quienes la contemplan ejecutando el strip tease total, el full monty, aquel que expone los mecanismos íntimos, los chips y empalmes positrónicos, los enlaces de Josephson, las redes neurales, y su entrega permanecerá ejecutándose para nuestro horror mientras continué operativa.

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