12/15/2007

Libros: Siembra de jade


Siembra de jade

Alex Irvine

Col. Bibliópolis fantástica, N° 18

Madrid, 2004


He aquí una de esas situaciones que te hacen dudar del sentido de una (¿afición? ¿labor? ¿contribución?), como es actualizar un blog dedicado a lo fantástico. Por que ¿para qué recomendar una novela que no se vende en Perú, que tal vez no se venda en muchos países hispano parlantes (me pregunto también para qué sirven tantos organismos internacionales y sus convenios culturales si un libro publicado en el país vecino no se puede encontrar en el tuyo) y que en suma, tal vez sólo sea accesible a unos pocos? En todo caso, no es culpa de la editorial ni nada de eso.


El caso es que "Siembra de jade" es un libro de esos que te hacen querer seguir leyendo más sobre el tema, que bien podría constituirse en un nuevo género dentro del fantástico, a saber, el encuentro de la riquísima mitología azteca (o méxica, para incluirlos a todos) con el mundo occidental. Tenemos sendos ejemplos en Rihla de Juan Miguel Aguilera y El conquistador de Federico Andahazi, éste último libro sí factible de adquirir en el Perú, al menos. Gracias Premio Planeta.


En Siembra de jade, el encuentro es con el occidente anglosajón, en la mismísima ciudad de Nueva York y en el contexto de mediados del siglo XIX. Incluso podría leerse esta novela como el lado sobrenatural de la película Gangs of New York, donde el origen de las pandillas protagonistas (los Conejos Muertos y la Sociedad Tammany) tiene un significado oculto que prescinde por completo de las étnias de sus integrantes, los irlandeses y los descendientes de ingleses. Uno ni se imagina hasta dónde llegaron los reinos méxicas precolombinos...


Hablar de una historia secreta del mundo, donde los acontecimientos políticos más pedestres tienen fundamentos nada racionales no es acaso muy novedoso, pero Alex Irvine se las arregla para darnos la fascinante visión de los orígenes de los Estados Unidos que tienen que ver más con cultos supervivientes a la conquista de América que con los ideales democráticos y progresistas que la historia formal les atribuye. Incluso para un lego en historia norteamericana, encontrar ese engarce entre lo fantástico y lo político induce a sumergirse en la búsqueda de datos históricos que, oh sorpresa, llevan a más de una conexión poco ortodoxa.


Claro, la novela evoluciona, y pronto nos vemos arrastrados a presenciar el enfrentamiento entre los seguidores de antiguas deidades aztecas opuestas (no hay bien y mal absolutos), sin contar con la presencia de monstruos milenarios, espíritus protectores, animales parlantes, cadáveres resucitados, amuletos de ambiguas propiedades y sacrificios humanos; en un entorno en el que la esclavitud y el analfabetismo coexisten con el progreso industrial y la sed de saber.

Siguiendo la cosmología azteca que mueve los hilos de los personajes (al punto que, a veces, se le pasa la mano a los dioses de la casualidad), cada bando lucha por traer al mundo aquello que los antiguos ni siquiera osaron emplear contra los conquistadores europeos, para crear así un nuevo orden (según ellos, de acuerdo a sus fines), anunciado incluso desde el novus ordo seculorum que aparece impreso en los billetes de un dólar. Pero lo que los hombres desean no siempre es lo mismo que los dioses disponen, aunque a veces pareciera haber una coincidencia en los objetivos.


Es también la historia de un amor filial que no siempre es correspondido a tiempo, pero que siempre actúa como motor de nuestros mayores logros.


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